A desalambrar|Entre la estética y el derecho (Opinión)

A lo largo de los años hemos asistido a un escenario donde las instancias internacionales, especialmente la Organización de Estados Americanos (OEA), quieren sembrar en el imaginario común que “Venezuela es un Estado violador de Derechos Humanos”. Ese rol lo dibujan planteando una especie de “Liga del mal”, desde la cual se gobernaría con un principio de sufrimiento máximo. En el país no existiría una política, ni una acción judicial, que busque aliviar o acompañar cuando una situación irregular e injusta se produjese; “el mal se ejercería por placer y tan solo desde las instancias de Gobierno”.

Planteada la mesa de este modo, todo aquello que ocasiona alguien distinto al Gobierno no tiene como ser catalogado como capaz de violar Derechos Humanos, incluso, si la acción viene de otros niveles del Estado y sobretodo de personas privadas.

Entonces, grandes sectores de acciones nefastas parecen vivir de cuello blanco y anécdota. Por ejemplo, todo lo que ocurre en las improvisadas salas de cirugía donde se practica la estética. A propósito, no nos referimos a esos espacios como quirófanos.

Esta semana, una nueva noticia de esta naturaleza se coló desde el Centro Comercial Tamanaco de Caracas hasta la página de sucesos del Diario El Nacional. En ella se precisa que la joven víctima había pagado tanto dinero, que la hermana había pedido tal bebida y, finalmente, que a un centro de salud, a uno de verdad, había llegado sin vida.

¡Pobre fulanita! ¡Qué mala hora! ¡Su vanidad fue vengada! ¿Es esto así? ¿Tan individual, tan raro, tan anecdótico? O, ¿se trata de un eslabón en una cadena de exigencias absurdas y peligrosas que empiezan con la idea que para ser bella hay que ver estrellas, o, que calladitas se ven mas bonitas?
Existe en Venezuela una regulación de condiciones mínimas para la medicina estética y de procedimientos prohibidos; sin embargo, la gente sigue acudiendo a estos centros pese a la interdicción. Parece una especie de renuncia voluntaria a la dignidad y a la salud, lo que no es, porque en la sociedad de las apariencias estas acciones están condicionadas por los estereotipos que se siguen reproduciendo cuyo control no ha sido debidamente activada.

El año 2017 es un reto de acción concreta o retroceso. Con propuestas legislativas en distintos países que reculan sobre conquistas que se pretendían universales, como la prohibición formal de la violencia y, en nuestro caso, con un Parlamento hostil a las luchas femeninas. Los derechos están allí entonces entre sobrevivir y agonizar, según nosotras los defendamos.

T/Ana Cristina Bracho
@anicrisbracho
Caracas