Sea cuál sea la latitud geográfica, los movimientos de lucha sobre las sexualidades han tenido disputas internas, desde lo teórico, la visión de mundo, incluso lo mas sencillo: “¿Qué nombre le ponemos a nuestra lucha?”.
La polifonía política de las organizaciones, los colectivos y las iniciativas sociales es la garantía de pluralidad y buen camino hacia la conquista de los derechos de las sexualidades y la género-rebeldía. No obstante, el consenso como instrumento para la planificación y la organización de todo proceso social, es un elemento bajo sospecha cuando se trata de esta lucha. De esto, el patriarcado tiene cuota de causa.
Hemos visto como las hermanas naciones de Latinoamérica y el Caribe han apalancado avances múltiples. Nos preguntamos: ¿Y qué hay de la agenda venezolana? ¿Por qué no hay avances orgánicos y solo avances especiales no sumativos?
Dos grandes fallas han ocurrido a lo largo de estas tres décadas de lucha sexual venezolana. La primera corresponde al punto de acuerdo para iniciar una agenda única e integral que permita el avance paulatino y profundo sobre la mencionada conquista. La segunda, de carácter espiritual y paradójico, corresponde al reconocimiento y aceptación de la Otra/del Otro1 que lucha, en su diferencia histórica, generacional, genérica, sexual, de clase y racial. Ambos puntos requieren de la construcción y ejercicio permanente de una ética propia del movimiento de lo sexual y del género-inconveniente.
Decenas de acuerdos se han cristalizado hasta el presente, pero sigue mellando la diferencia entre quienes iniciaron la lucha y quienes apenas toman las banderas, entre quienes saben mas y saben menos, entre quienes tienen la verdad y quienes tienen la praxis, entre los violentos patriarcalizados y los pro-feministas despatriarcalizados, entre quienes se ven el ombligo y quienes ven el mundo multipolar en jaque.
Este típico binarismo del poder debe acabar con el hecho de una genuina ética diverso-sexual y género-rebelde en nosotros, nosotras y todos.
|Otro, en sentido de Hanna Arendt. El Otro que
recibiremos, aceptaremos y comprenderemos|.