Crónicas de la Pachamama por J. A. Rodríguez Estévez|La falacia del capitalismo y el Proyecto Castor

En una entrevista que concedió Noam Chomsky en 2008 con motivo de la entonces incipiente nueva crisis económica global, el periodista Simone Bruno le preguntó por su opinión acerca de quién había sido más acertado en su diagnóstico, si Joseph Stiglitz pronosticando el fin del neoliberalismo, o el presidente Hugo Chávez, quien había ido más allá prediciendo el final del capitalismo. Chomsky comenzó a responder con una acotación atrevida: el capitalismo no podría terminar, puesto que nunca había comenzado.

Lo que pareciera un sinsentido viniendo de un intelectual anarcosindicalista como Chomsky se justifica en la argumentación que siguió. El capitalismo, edificado sobre principios como la libre competencia y la independencia del mercado del control de los Estados, nunca existió sino en el universo de las ideas; éste sería el capitalismo utópico, el que permanentemente difunden los medios de propaganda.

El capitalismo real, sin embargo, es a lo que Chomsky llamó en la entrevista, capitalismo de Estado. Éste es el sistema que hace uso de los lobbies para presionar sobre todos los cuerpos legislativos del planeta en beneficio propio. También es el sistema que acude al dinero público para compensar la degradación inherente a su desarrollo no sostenible bajo sus propias reglas.

Privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas. ¿Cuántas veces lo hemos escuchado en los últimos años?

Ese mismo 2008 se ponía en marcha bajo aguas del Mediterráneo español el Proyecto Castor, para el almacenamiento de gas natural inyectado en el depósito agotado de un antiguo yacimiento petrolífero. Tras centenares de movimientos sísmicos que estudios técnicos vincularon al desarrollo del proyecto, la presión popular logró su paralización cautelar y la empresa concesionaria se retiró del negocio.

Según las reglas del capitalismo utópico, nos encontraríamos ante un escenario de “negocio fallido”: una empresa apostó y perdió.

En una suerte de darwinismo económico, el sistema funcionaría rechazando los emprendimientos defectuosos y favoreciendo sólo las buenas ideas empresariales. En el capitalismo real todo es diferente.

El Gobierno que preside Mariano Rajoy aprobó en Consejo de Ministros una indemnización de casi 1.400 millones de euros para la empresa que erró el negocio. Y el responsable último del pago de esa compensación será el pueblo español, a través de una sobretasa en su factura del gas durante los próximos 30 años.

joan.rodes@gmail.com

Ese Rajoy es un verdadero representante de los intereses de su clase, heredero de Franco, no acostumbro a usar groserías, sin embargo sólo se me vienen a la cabeza términos de ésa categoría, me disculpan pero Rajoy es un verdadero cabrón.