Siguiendo los pasos de Jesús y de Saulo de Tarso, quienes convirtieron el cristianismo en una opción religiosa y filosófica universal, el papa Francisco, convocó, en el más puro sentimiento emanado del Concilio Vaticano II y de la Conferencia Episcopal de Medellín, a un encuentro de comunidades eclesiales y movimientos sociales, que contó con la presencia del hermano Evo Morales, voz de los pobres del mundo.
Claro y contundente es el documento del encuentro de los movimientos sociales, que se resume en tres ejes: tierra, trabajo, vivienda, que son los grandes problemas que confronta la familia; la exclusión, la desigualdad, todo esto, visto desde la perspectiva de los pobres.
Fue éste un encuentro que sumó a intelectuales, a clérigos, pero siempre respetando a los sectores sociales, en medio de contradicciones y problemas, pero con el respeto que nace de la vocación democrática.
Analizó el evento las causas estructurales de la desigualdad y la exclusión, oyendo directamente la opinión de los trabajadores, de los campesinos, de la gente que habita los barrios humildes de las grandes metrópolis y de los pequeños poblados de los cinco continentes, lo que significa, indiscutiblemente, una nueva fuerza espiritual que emana desde la palabra y el compromiso de Francisco.
“Se compartieron las cifras horrorosas de la desigualdad y la concentración de la riqueza en manos de un puñado de mega millonarios, los panelistas coincidieron en que debe buscarse en la naturaleza, inequitativa y depredatoria del sistema capitalista, que pone el lucro por encima del ser humanos, la raíz de los males sociales y ambientales”, sentencia este documento, que bien puede ser la voz de la esperanza derrotando a la mentira y a la explotación.