Por Fernando Bossi|Hace falta una contraofensiva unionista e independentista (Análisis Internacional)

Hace ya más de tres décadas, uno de los más importantes intelectuales de Nuestra América, el uruguayo Vivian Trías, reflexionaba: «La integración del continente austral es, hoy por hoy, una necesidad histórica… el tiempo de la balcanización ha arribado a su ocaso. La integración se producirá de cualquier manera; puede concretarse para afianzar el subdesarrollo y la dependencia colonial, o puede realizarse para superar el atraso y liberarse de la opresión imperialista». Y agregaba: «la integración, en sí misma, no es nada más que un instrumento, una herramienta, un medio. Así como un bisturí puede segar o salvar la vida de un hombre, aquella puede remachar las cadenas de los pueblos o romperlas».

El comienzo del siglo XXI fue el intento más firme y decidido en esa dirección integracionista, después de la gesta independentista y unionista encabezada por Simón Bolívar en el siglo XIX. Liderado por el comandante Chávez, el proceso que desembocó en el ALBA, Petrocaribe, Unasur y la Celac conmovió la geopolítica regional y mundial. Esta gesta emancipadora abrió paso a repensar nuestra posibilidad de unidad e independencia de la Patria Grande, dando demostraciones claras que es transitando ese camino donde nos encontramos fortalecidos todos y cada uno de los países de nuestra región. Esa década de avances sostenidos, tras derrotar el intento integracionista dependiente del ALCA, parece hoy detenido, cuando no en retroceso.

La contraofensiva imperialista, desplegada a través de los “alquitas” logrados con diferentes países con gobiernos sumisos, hoy comienza a expandirse por medio de la Alianza del Pacífico, nuevo ALCA que implica la integración para remachar cadenas, como señalaba Vivian Trías. Tras la caída de los gobiernos populares y nacionalistas de Argentina y Brasil, reemplazados por gobiernos títeres de los Estados Unidos, el empuje unionista se ha debilitado significativamente. Eso hay que reconocerlo y reconocerlo como un duro golpe para toda la región.

“En la demora está el peligro”, afirmaba el patriota unionista Eloy Alfaro desde el Ecuador ya hace cien años. Y nada más cierto que esa sentencia. Tal vez, en el momento de mayor avance del proceso motorizado por Chávez, nos demoramos en la implementación de una serie de medidas que se acordaron pero que las burocracias locales impidieron su implementación. Un caso fue el Banco del Sur, por ejemplo. Pero la lista es larga: el Sucre como moneda regional, Unialba (la Universidad del ALBA), la aerolínea suramericana, la empresa energética y petrolera común, las empresas grannacionales del hierro, el aluminio, la alimentación, el Gasoducto del Sur, etcétera, etcétera.

Avanzamos rápidamente en políticas sociales con esfuerzo mancomunado, y nos fue bien. Testimonio de esto fue la erradicación del analfabetismo en varios países hermanos, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… En salud también dimos importantes pasos. En la defensa de la democracia también, ya que pudimos detener diferentes intentos de golpes de Estado en Bolivia y Ecuador, aunque no fue así posible en Paraguay y Honduras.

Hoy los logros alcanzados en ese proceso unionista e independentista están en peligro. Con la alineación de Argentina y Brasil al carro imperialista la Celac se desdibuja, y Unasur transitará un camino diferente al planteado en su hora fundacional. El fantasma de la integración para la dependencia, la integración para el sometimiento imperialista esta en curso. ¿Cómo detener entonces esta ofensiva? En principio fortaleciendo los espacios aún no afectados, por ejemplo el ALBA y Petrocaribe, evitando “la demora”, traspasando con audacia los límites impuestos por las burocracias estatales y la mentalidad de patrias chicas que aún son fuertes en cada uno de nuestros países.

Hay también un elemento que merece ser analizado y es el de involucramiento directo de los pueblos organizados al proceso unionista e independentista. Este factor, el de los pueblos, ha sido mil veces discurseado en cumbres, reuniones y foros, pero nunca implementado con decisión y entusiasmo. Se abrieron espacios deliberativos, de discusión y debate, pero nunca se habilitó a los movimientos políticos y sociales a participar directamente en la implementación de las medidas acordadas en los mayores niveles de decisión. El Consejo de Movimientos Sociales del ALBA es un ejemplo, nunca terminó de conformarse.

¿Es posible, atendiendo la actual correlación de fuerzas, dar un reimpulso al ALBA y Petrocaribe? Más que posible es necesario, es vital si no queremos ser arrasados por el aluvión imperialista. No es hora de desensillar hasta que descampe, sino que estamos en medio del río y hay que seguir avanzando para que no nos lleve la corriente. El ALBA debe reformularse con mucha audacia y reflexionando sobre los aciertos y errores cometidos. Es imperioso realizar una nueva y extraordinaria Cumbre del ALBA a principios del año que se avecina.

Hay dos proyectos de integración en curso, el imperialista, que nos integrará como países sometidos al modelo neoliberal impuesto desde los Estados Unidos y el unionista, que nos fortalecerá en el camino de la lucha por la liberación y la Patria Grande. Ante las dificultades que hemos tenido en los últimos años, la carta que tenemos para jugar es, indefectiblemente, el involucramiento de las organizaciones populares de masas, representativas, de los trabajadores y campesinos, de mujeres y estudiantes, de técnicos y científicos, de pequeños y medianos empresarios, de militares y profesionales… Hay que revitalizar el ALBA y reformular Petrocaribe, sin perder protagonismo en Unasur ni en la Celac, como tampoco en el Mercosur, pero fundamentalmente acumular fuerza en los dos primeras espacios integracionistas, ya que a estos son controlados absolutamente por los gobiernos consecuentemente antiimperialistas, unionistas e independentistas.

“Vacilar es perderse”, decía Simón Bolívar.