Por Camilo Artaza V.|Interrumpir los sentidos del mundo (Temática)

La imagen de la siembra es una invitación para pensarnos en el acto de proveernos del alimento, es responsabilizarnos por nuestra forma de vida. El hecho existencial de experimentarnos como campesinas o campesinos lo podemos abordar desde distintas concepciones. Para algunos, todo comienza con la semilla, para otras y otros es necesario pensar en el terreno, hay quienes solo lo ven como una técnica, ciertas personas cual espectadores de la vida están a la espera puesto que la tierra proveerá. Estas cuatro posibles perspectivas, aunque sitúan al sujeto en topos particulares, en común comparten el interés de que algo germine.

¿Cómo comenzamos a construir el espacio de lo común si los que miran ven aspectos diferentes? ¿Qué necesitamos para sembrar una sociedad con las semillas de la cooperación y la solidaridad? Estas son preguntas que requieren de toda la atención posible y del esfuerzo colectivo para evitar las respuestas inmediatas que brotan de pequeñas castas o élites con sus propios intereses, devenidas en vanguardias que pretenden poseer la solución, acostumbrando a la gente a respuestas rápidas técnicamente probadas, mediante las cuales secuestran al colectivo el derecho a pensar y participar; es decir, nos secuestran la capacidad de preguntarnos.

Es así como es necesario propiciar el campo de la posibilidad para que germinen las colectividades, agrupaciones, movimientos como agentes de pensamientos libertarios.

ALIMENTAR EL ENCUENTRO

Se está haciendo común el alimentar el encuentro condimentando las frases con la noción de que “…esto es lo que hay”, siendo marcados nuestros encuentros pasajeros en el metro, ascensores o esquinas por el malestar; y en ellos nos estamos cargando de ruidos –conjunto de gestos, palabras, gruñidos que no alcanzan a formar una tonada común- y en esta saturación de ruidos y de sensaciones hay una tendencia, una tendencia que se ha instalado como una suerte de mandato de no pensar para no sufrir.

¿Será que estamos dominados por el temor a sufrir, a no querer estar con nosotras y nosotros mismas? Es allí donde se hace imperativo poder comenzar a vaciar de contenido palabras hechas de ruidos, cargadas de eufemismos, en donde pareciera ser que todos con su uso decimos las mismas cosas, pero que se encuentran vacías y vaciadas de cuerpo, de humanidad socializada. Por ejemplo, nos hemos acostumbrado a experimentar los derechos desde la primera persona “mi derecho al trabajo”, implica de manera directa la exclusión de la otra y el otro quien emerge como competencia.

SÁLVESE QUIEN PUEDA

Estamos ante una vida en común que en la modalidad de crisis –creada por el contexto actual de desabastecimiento y guerra no convencional- nos coloca en diversas escenas reuniendo en las tablas del escenario a una infinidad de actores: están aquellas o aquellos que claman por el “sálvese quien pueda”, instando a una guerra de todos contra todos, están los que claman por el milagro, también hay voces míseras que vociferan por una intervención militar, hay quienes esperan las directrices del partido; pero aparecen también, agrupaciones que se reúnen para colaborar, y así se van mostrando en escena miles y miles de personajes desagregados en pugna en abierta confrontación.

Es por ello, siguiendo a Saramago: “…que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no vemos si no nos salimos de nosotros mismos”, propuesta que recojo de su cuento la Isla Desconocida, ya que estamos ante un sistema capitalista que ha convertido en cómplices a sus propias víctimas.

Es por eso que creemos que el recuperar el contacto con la tierra, destruir la distinción entre mundo y naturaleza, es hacernos juntos desde otra administración y convivencia en el tiempo: en un tiempo natural para pensar y comenzar a abrir agujeros en la realidad que nos permitan limpiar el terreno y sembrar de esperanza trabajando en territorios donde cosechemos el buen vivir.

Cómo retornamos a un mundo donde fluyan las ideas, cual universo platónico para dejarnos estar, descansar y ser habitados por ellas; revertir la presión del capital que ha secuestrado el pensamiento, instalando la noción superficial de que si tienes una idea aprovéchala, monta un negocio; por lo que una buena idea ya no es un pensamiento es una empresa, es para el capital.

El modelo de desarrollo centrado en la producción desenfrenada, cuyo supuesto fin era el crecimiento económico como el modo mas eficaz de disminuir la pobreza, terminó condenándonos como humanidad. Parafraseando al economista y ambientalista Max Neef (1993), a que se formara un amplio espectro de pobrezas humanas: hay pobrezas económicas, de vínculos sociales, de abuso o carencias de poder, de desarrollo personal; hay pobreza de humanidad.

No debemos tenerle miedo a emprender la aventura de lo nuevo, a la lucha colectiva, para subvertir la duda y a la desconfianza que siempre ha prevalecido sobre el hacer del mundo popular, producto de la imposición de la autoridad de la razón que ejerce su violencia mediante la pretensión de la certeza, el control, la instrumentalización y la neutralización de la gran mayoría de la población condenada a la exclusión, para dar paso a un nuevo modelo social al que estamos obligadas y obligados a construir, para ello compartimos una de las tantas frases inspiradoras del presidente Hugo Chávez Frías, quien nos invita a “…recuperar los valores de la solidaridad y el amor entre nosotros, y no la envidia, el odio y el individualismo.”

Siempre hay espacio para el encuentro, si queremos encontrarnos se nos hace imperativo comenzar a tender los puentes de diálogo para trazar los surcos que alberguen las semillas que harán germinar la cultura de paz que necesitamos en Venezuela.

T/Camilo Artaza V.
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Red de Apoyo por la Justicia y la Paz
@redapoyo
I/Edgar Vargas