La propuesta del presidente Nicolás Maduro de solicitar a la Asamblea Nacional que se cree una comisión de juristas y personalidades para “llevar a juicio por crímenes de guerra” a los responsables de hechos como los bombardeos contra Irak, Libia y Siria, merece atención y acompañamiento.
Ciertamente, la invasión a Irak, con secuela de un millón 200 mil muertos, o la destrucción de Libia con el asesinato de su líder Muammar Gaddafi; e igualmente, la andanada de bombardeos y el patrocinio de grupos terroristas contra el pueblo sirio, por parte de la primera potencia militar de nuestros días, Estados Unidos y otras que operan como sus satélites dentro de la OTAN, son algunos de los hechos cuya impunidad no debe permitirse ¡por nunca jamás!
Y del mismo modo que el Libertador entre 1817 y 1829 denunció la hostilidad del naciente imperio estadounidense contra los procesos emancipadores de Suramérica y sus propósitos abolicionistas y de integración -y el comandante Hugo Chávez también, entre 1999 y 2013-, así el presidente Maduro enarbola una bandera de redención y de justicia que va más allá de discursos; que compromete, al pedir que se estudie instancias y procedimientos de castigo previstas por el Derecho Internacional para criminales como George W Bush, José María Aznar, Nicolás Sarkozy, Benjamin Netanyahu y otros secuaces menores de la tragedia que viven pueblos del Oriente Medio.
Y también debe integrarse en esta lista de enjuiciados a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, quien, tras su visita a Trípoli en 2011, al decir por TV a los pocos días del homicidio de Gaddafi, We came, we saw, we died (“vine, vi y murió”), exponía, en sombrío metalenguaje imperial, que la muerte del líder libio respondió a sus directrices.
Razones y antecedentes para enjuiciar a criminales de guerra hay. Nuremberg es una experiencia que debe tenerse en cuenta. Y experiencias alternas como el ad hoc Tribunal Russell, para condenar moralmente a los responsables de la invasión y guerra de Vietnam, integrado por Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Lázaro Cárdenas, Isaac Deutscher, y Bertrand Russell como su presidente honorario, son elocuentes muestras de lo pertinente de esta idea del presidente Maduro.
Solo que ahora, como iniciativa de varios Estados -pues creemos que a Maduro le acompañarán otros gobiernos justicieros- las sanciones han de ir mucho más allá de la amonestación y exhortación moralista.