En la MUD hay un riña de ultratumba: cada dirigente puja por ser considerado el sepulturero del diálogo.
Ocariz y Torrealba están quedando como ánimas solas. Y en pena.
El último en radicalizarse es Ramos Allup, pues no le gustaron los insultos de los suyos en la autopista.
Además, los votos de ultraderecha podrían servirle para volverse a masticar a Borges en la AN.
Matar el diálogo sirve para resucitar cadáveres insepultos.
La excitación general de la necrofilia huele a muerto.