La nausea

Como comenzamos el año yendo a pasar cuatro días en un lugar de montaña, ocurrió que aparte de adquirir nuestra prensa habitual, Vea, Últimas Noticias y, desde luego el Correo del Orinoco, hicimos la excepción de comprar también EL Nacional y El Universal, porque son periódicos de bastantes páginas y van muy bien para ayudar a encender la chimenea.

Pero luego, en mi lugar de descanso, cometí el grave error de leerlos.

¡Dios santo! ¡Jamás lo hubiera hecho! ¡Sobre todo El Nacional! ¡Qué asco!

Iba pasando las hojas de ese desquiciado diario, y una nausea terrible se apoderaba de mi.

Es difícil de explicar la grima que sentía.

Era como caminar por un paraje lleno de inmundicia.

Los titulares, el editorial, el tratamiento de las noticias, las columnas de opinión, las cartas de los lectores.

¿No hay nadie allí?

Así como Diógenes en la antigua Grecia recorría su ciudad con un candil encendido buscando un hombre digno de ese nombre, ¿no habrá nadie que recorra los espacios de El Nacional buscando a un periodista?

¿En verdad, no quedará allí ni un solo periodista decente con capacidad de autocrítica?

No me refiero necesariamente a nadie progresista, desde luego, sino a cualquiera que, dentro de su talante conservador, conserve un mínimo sentido ético de la profesión.

Pero parece que no.

Si quedaba alguien debe haberse contagiado también del virus de la desvergüenza.

Todo indica que El Nacional se hunde cada vez más en un lamentable lodazal.

¡Y a mí se me ocurrió echarle un vistazo!

¡Qué manera la mía de comenzar el año!

T/ Farruco Sesto
Caracas