Por Marcelo Barros|Las luchas del papa Francisco (Opinión)

En estos días, un cardenal que vive en Roma declaró que hace parte de un grupo de amigos del papa Francisco para apoyar sus propuestas de transformación del mundo y renovación de la Iglesia. Eso es un pequeño signo de que el papa necesita apoyo para sus proyectos. Por eso, después de sus encuentros mas significativos, con líderes religiosos o en las audiencias públicas con las personas que vienen para escucharlo, el siempre concluye con un pedido: «oren por mi». De hecho, él sabe que puede contar con la simpatía de gran parte de la humanidad, pero no con el apoyo de la mayoría de los obispos y sacerdotes. Aun cuando muchos no se pronuncian directamente contra el Papa, no están de acuerdo con la forma simple como el Papa se muestra, ni con su propuesta de una Iglesia «para fuera» y al servicio de los mas pobres.

El Papa insiste en presentarse como «Obispo de Roma», valora la colegialidad de los obispos como autoridad de la Iglesia y retoma con la humanidad el diálogo fraterno y horizontal que el papa Juan XXIII había iniciado y que fue cerrado hace casi 40 años.

Ahora, el Papa reúne líderes de diversas religiones para dialogar y colaborar con todos que trabajan por la paz y la justicia en el mundo. Por su forma de ser, actualmente, el Vaticano no reprime a nadie y acepta que la unidad se hace en el respeto a las diferencias. Infelizmente no basta un Papa simpático y que no hable solamente de mandamientos y moral sexual para cambiar la Iglesia. Una institución de tantos siglos solo se transforma a través de cambios estructurales. Muchos eclesiásticos no quieren perder la sensación ilusoria de su poder sagrado y esperan que el Papa se vaya para que ellos retomen su espacio y todo pueda volver a la normalidad.

Para el mundo actual, esas discusiones internas en la Iglesia solo tienen sentido si aclaran cuál es la función de una Iglesia y de las religiones en la situación crítica en que la humanidad se encuentra. Frente a la crueldad con la cual las sociedades ricas tratan los migrantes y refugiados del mundo pobre, cómo crear un mundo mas fraterno. ¿Será que las Iglesias pueden ayudar a la sociedad internacional a superar la cultura de la violencia, de la exclusión social de la multitud mas pobre y acepte crear una civilización marcada por una mas fuerte comunión con la naturaleza? Sin duda, esas cuestiones están vinculadas a la respuesta posible a una pregunta que, según el Evangelio, Jesús hizo a sus contemporáneos: «Cuando el Hijo del Hombre (el mismo Jesús) venga, será que encontrará aun fe sobre la tierra?»(Lc 18, 8).

irmarcelobarros@uol.com.br