Las contundentes imágenes difundidas la semana pasada en las que se aprecia a los diversos componentes de nuestra Fuerza Armada (FANB) en un despliegue operacional por aire, mar y tierra, mostrando el equipamiento militar y la capacidad de respuesta que se tendría ante una eventual agresión externa le mandaron un mensaje a quienes, desde adentro y desde afuera, abrazan la idea de una invasión al suelo de la Patria.
Cobra vigencia, una vez mas, la expresión acuñada por Marshall McLuham, cuando decía que “el medio es el mensaje”, refiriéndose a la potencialidad que el propio emisor tiene de trascender la lectura primaria del discurso y transformarse él en el mensaje.
Me explico: un misil lanzado con precisión milimétrica sobre un objetivo previamente localizado y escogido y su certera llegada al punto exacto previsto en las maniobras es, ciertamente, un ejercicio que evidencia el elevado nivel operacional y la dotación de nuestro ejército.
Esa, podría decirse, es la lectura básica del discurso.
Pero si vamos un poco mas allá y profundizamos en el componente simbólico de las imágenes difundidas por prensa, televisión y redes, descubriremos en ese misil algo mas que un proyectil eficazmente dirigido y caído sobre un blanco.
El misil es, en este caso, un símbolo de poder y su imagen multiplicada no es solo alarde bélico y tecnológico, sino mensaje disuasivo dirigido a quienes pudieran sentirse tentados a cruzar la delgada línea que nos separa de la violencia.
En comunicación lo llamamos “meta-mensaje” y nos referimos a éste cuando, mas allá de lo aparente, diseccionamos los signos y símbolos utilizados en el discurso.
“La Revolución Bolivariana es pacífica, pero armada”, solía decirnos nuestro Comandante Eterno.
Ese es el meta-mensaje.