El principio de todo General es esforzarse y conservar las fuerzas propias y debilitar al enemigo: Mao. Quiere decir que se debe pensar si lo que hacemos favorece, o no; este axioma, válido, si refrenda avances; aunque a veces tenga que acudir al uso, inclusive, de un repliegue. No obstante, genera roces con quienes solo entienden la posición de ataque.
Sobre el tema vale la pena recordar que Rosa de Luxemburgo criticaba los “errores lógicos”; propios de quien se mueve, y solo se nutre de aquello que es obvio; por ejemplo, suponer que el mero avance, aunque sea, para topar con muro, debe ser preferido, y, “obligado”; lo contrario, es debilidad.
Sucedió en Chensi (1938), con Mao que decide no continuar con un frente militar de 300 mil hombres y prefiere el repliegue con 30 mil; maniobra que permitió reorganizarse y crear un nuevo centro de resistencia. Sus colaboradores lo entendieron y desarrollaron nuevas estrategias con la guerra de guerrillas.
Desvío que, en el largo plazo, fue definitivo para lograr la “larga marcha”.
Es decir, un repliegue, no significa debilidad o flaquezas. Si no sencilla comprensión de una coyuntura compleja; e innovación para abordarla.
Creemos estar en el modelo de la guerra popular prolongada. Vemos magníficos frutos, pero el rumbo a la meta buscada es largo.
De allí que rasgarse las vestiduras porque se esté promoviendo un diálogo amplio no es otra cosa que una muestra de gritería radical y corta visión, cuando todo muestra la estrategia como sensata y digna de apostarle.