Por Roy Daza|Una flor en el fusil (Opinión)

Hace un cuarto de siglo dos muchachos se encontraron en una casa bogotana y se pusieron a discutir sobre el futuro de Colombia, tomaron tinto y sobre un mapa imaginario construyeron ferrocarriles, idearon grandes puertos y plantaciones de papa y almendrones, fábricas de hierro y madera, ríos con barcos cargados de naranjas y libros, universidades abiertas por los cuatro puntos cardinales para que también los mas humildes pudieran habitar sus aulas, y aprendieran a escribir como Gabriel García Márquez o Aurelio Arturo.

Me contó Mariela que se comieron una bandeja paisa, que daba gusto verlos sonreír, uno era alto, muy alto, y el otro delgado y con muchas horas de selva en su espalda. Buscaban abrir una brecha entre las dos formaciones políticas que atenazan la escena colombiana desde los días en que Simón y Manuela se juraban amor eterno en su amplia casa de las cercanías de Monserrate. Hablaron de democracia y de pluralismo, de socialismo a la colombiana, de revolución con sombrero ´vuelteao´ y de hablar en las plazas públicas de amplios horizontes.

A los pocos días los dos muchachos estaban muertos, asesinos sin nombre le segaron la vida a dos líderes de una generación mártir, esa que no está, que falta y que faltará en la nueva etapa histórica que le toca vivir a los colombianos.

Eran Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, líderes de la Unión Patriótica (UP) y el M-19 que intentaron hacer una crineja con tres cintas, una amarilla, otra azul y otra roja, querían construir la democracia con igualdad social, con soberanía y en paz.

Las FARC-EP y el Estado colombiano firmaron el fin del conflicto, sin demora debería hacerlo también el ELN, y comenzar a construir la paz. Uribe está al acecho como hiena herida, no hay que olvidarlo.

Se alcanzó el sueño del comandante Hugo Chávez y de toda América Latina. ¡Viva Colombia!

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