Por Jesús Bermúdez|Unasur, los intelectuales y la coyuntura mundial (Opinión)

Karl Kraus (1874–1936), escritor, ensayista, uno de los intelectuales austríaco más polémicos de la vieja Europa de las preguerras del siglo pasado, denunciaba constantemente el carácter acomodaticio, sin compromiso, sin riesgo, de posiciones poco claras y maniquea de sus colegas intelectuales frente a la coyuntura histórica signada por el surgimiento del nazi–fascismo y sus consecuencias para toda la humanidad.

Afortunadamente en América Latina, durante el reciente Encuentro de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad realizado en Caracas -iniciativa constantemente impulsada por el presidente Hugo Chávez y ratificada por el presidente Nicolás Maduro- los intelectuales cumplieron su papel histórico al trazar las líneas estratégicas para resistir los embates ante la nueva hegemonía mundial.

La situación mundial no es para menos. Todas las señales políticas, económicas, sociales de las regiones en el mundo configuran una situación de preguerra, situación originada por la pretensión hegemónica de Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea por dominar al mundo a sangre y fuego, llevándonos al abismo de una conflagración bélica de enormes consecuencias para toda la humanidad.

En Europa, la emergencia de fenómenos económicos impensables hasta a la fecha, el surgimiento del extremismo religioso, la reaparición de grupos nazi–fascistas, el declive o desaparición del Estado benefactor europeo, el agotamiento de las tradicionales fuentes energéticas y materia primas en la periferia europea del Mar Mediterráneo y del este europeo con la frontera rusa, constituyen señales inequívocas de las crisis del capitalismo actual y sus amenazas de guerra.

En este sentido, la Unión de Naciones Suramericanas, conocida por sus siglas como la Unasur, constituye un espacio para la paz en la región, las iniciativas por una nueva arquitectura económica y la nueva doctrina militar sudamericana con base en la paz y la cooperación ante las amenazas mutuas o extrarregionales abre un camino para consolidar la anhelada unión y preservar la región de conflictos bélicos.

La actual voluntad política de los miembros de la Unasur, a pesar de nuestras profundas diferencias políticas e ideológicas, deberían constituir una especie de garantía para que no se trasladen a la región las tensiones generadas por la pretensión hegemónica mundial. Ojala, los nubarrones que asoman en el horizonte se disipen, de lo contrario que nos encuentren preparados.

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