Por Gilberto López y Rivas|Vamos por todo (Análisis Internacional)

En estos momentos de profunda indignación nacional frente a una más de las agresiones del gobierno de Enrique Peña Nieto contra los pueblos de México, esta vez a través del llamado gasolinazo, que de manera despiadada ha impuesto una alza generalizada de precios en el inicio del año, llaman la atención los importantes comunicados y resolutivos que resultaron de la reunión de fin de año del Congreso Nacional Indígena y el EZLN, que lejos están de ser intrascendentes, vacíos de ideas o carentes de propuestas para integrar un programa de lucha anti-capitalista, y, mucho menos, pueden ser considerados retórica o moralina inicua y desarmante. Los que ofician como sempiternos comisarios políticos de los procesos revolucionarios y luchas populares en marcha debieran leer con mayor acuciosidad los documentos que critican a la ligera, antes de lanzar sus dardos envenenados y sus recetas a modo, que, irrespetuosa y superficialmente descalifican los esfuerzos de innumerables compañeros y compañeras que durante todos estos años nos han estado advirtiendo de la catástrofe que se nos venía encima, y que, ahora, toman una iniciativa para: “La reconstitución integral de los pueblos […], esperanzas colectivas que se hacen comunitarias, municipales, regionales, estatales y que están dando respuestas precisas a problemas reales del país, lejos de la clase política y su corrupción […] no tengan duda, vamos por todo, pues sabemos que tenemos enfrente quizá la última oportunidad como pueblos originarios y como sociedad mexicana de cambiar pacífica y radicalmente nuestras formas propias de gobierno, haciendo que la dignidad sea el epicentro de un nuevo mundo.” [“¡Y retembló!, Informe desde el epicentro…”, Enlace Zapatista]

Como acertadamente reflexiona el subcomandante Moisés, y cito en extenso para que no haya lugar a tergiversadas interpretaciones: “Ahora nuestras hermanas y hermanos de las organizaciones, barrios, naciones, tribus y pueblos originarios, organizados en el Congreso Nacional Indígena, han decidido gritar su YA BASTA [mayúsculas en el original]. Han decidido que no van a permitir que se siga destruyendo nuestro país. Han decidido no dejar que el pueblo y su historia mueran por la enfermedad que es el sistema capitalista. Un sistema que, en todo el mundo, explota, despoja, reprime y desprecia a los seres humanos y a la naturaleza. El Congreso Nacional Indígena ha decidido luchar para sanar nuestros suelos y nuestros cielos. Y lo han decidido hacer por los caminos civiles y pacíficos. Sus causas son justas, innegables. ¿Quién les cuestionará ahora el camino que han elegido y al que nos están llamando a todas, a todos, a todoas? Si no se respeta, si no se saluda, si no se apoya a su lucha y el camino que siguen, entonces ¿qué mensaje dan como sociedad?, ¿qué caminos le dejan a la indignación? Hace 23 años iniciamos nuestro alzamiento, pero nuestro camino era excluyente, no podían participar todas, todos. Ahora, el Congreso Nacional Indígena nos llama a una lucha en que podemos participar todos, todas, sin importar edad, el color, el tamaño, la raza, la religión, la lengua, la paga, el conocimiento, la fuerza física, la cultura, la preferencia sexual. Quienes viven, luchan y mueren en el campo y en ciudad tienen ahora un camino de lucha donde se unen con otras y otros. La lucha a la que nos llama y nos invita el Congreso Nacional Indígena es una lucha por la vida con libertad, con justicia, con democracia, con dignidad. ¿Quién se atreve a decir que es una lucha mala? Es la hora de que todo el pueblo trabajador, junto con los pueblos originarios, cobijados por la bandera del Congreso Nacional Indígena, que es la bandera de los originarios, se unan en esta lucha que es para quienes no tienen nada, más que dolor, rabia, desesperación”. [Comunicado del 1° de enero de 2017, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Enlace Zapatista]

Que el capitalismo no puede ser derrocado por vías exclusivamente pacíficas es una verdad de Perogrullo, y de hecho, el conflicto armado interno que vive México, con una cifra cercana a los 200 mil muertos, los miles de desaparecidos forzados, obligados a desplazarse, y los centenares de presos políticos, refieren a un régimen de terror de un Estado criminal aplicado contra los pueblos que resisten el proceso de recolonización, el despojo y las reformas estructurales, impuestas literalmente a sangre y fuego. Aquí habría que preguntar: ¿Quiénes han puesto mayoritariamente los muertos, presos, torturados y desaparecidos?

Es absurdo que a una organización político-militar que consultó entre los pueblos el inicio de la guerra al mal gobierno, [con su cuota de bajas fatales, que no han sido pocas, y acatando la tregua que la sociedad civil mexicana demandó en multitudinarias manifestaciones], se le reclame de apoyar las vías pacíficas que propone el CNI, y se considere que, en realidad, se hace a un lado y busca que los indígenas tengan las mismas condiciones de explotación que el resto de los mexicanos. Los procesos de autonomía en los territorios zapatistas son una muestra de lo aberrante que resulta tal afirmación. El documento del EZLN del 1° de enero de este año incluye una plataforma programática que va más allá de la alternancia y la lucha contra la corrupción. Se plantea: el respeto a los derechos humanos, la liberación de los presos políticos, la presentación con vida de los desaparecidos forzados, justicia para los asesinados, verdad y justicia para los 46 ausentes de Ayotzinapa, apoyo a los campesinos y respeto a la madre tierra, vivienda digna para todos los de abajo, alimentación suficiente para todos los desamparados, trabajo digno y salario justo para los trabajadores del campo y de la ciudad, salud completa y gratuita para todos los trabajadores, educación libre, gratuita, laica y científica, tierra para quien la trabaja, fábricas para los obreros y obreras, tiendas y bancos para los empleados y empleadas, respeto al comercio ambulante, y al pequeño y mediano comercio, trasporte público y comercial para quienes conducen los vehículos, campo para los campesinos, ciudad para los ciudadanos, territorio para los pueblos originarios, autonomía, autogestión, artes y ciencias, libertad de pensamiento, palabra y acción, libertad justicia y democracia para el México de abajo. Pretenden que la indignación, la resistencia y la rebeldía figure en las boletas electorales de 2018, pero a partir de la palabra colectiva de abajo y a la izquierda. En política, no hay peor ciego que quien hace ruido y no quiere ver las nueces.

T/Gilberto López y Rivas
La Jornada
México