Por Luis Salas Rodríguez (Celag)|Venezuela 2017. De la defensa al contraataque (Análisis Internacional)

Esta advertencia es la siguiente: en sentido estricto, el análisis nproyectivo nunca puede dar lugar más que a una exposición acerca de los tendencias existente, las cuales no pueden decirnos nada sobre lo que sucederá, sino solamente lo que sucedería si continuasen actuando de igual forma como han actuado durante el intervalo de tiempo que dure nuestra observación y si no entrasen en juego otros factores. Solo le faltó decir que lo mismo aplica para los actores. Nunca se puede predecir exactamente qué pasará con ellos, en la medida en que no podemos estar seguros nunca sobre cómo se comportarán.

En pocos casos como el venezolano aplica esto tan a rajatabla. A comienzos de 2016 todo apuntaba a la caída del chavismo. Este venía de un 2015 contra las cuerdas, que cerró con una inf lación del 185% y una estrepitosa derrota electoral en la que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se adueñó casi por completo del poder legislativo. Esta victoria le supuso al oposicionismo un capital político que lo animó a subir la apuesta, de forma que se planteó la meta máxima: sacar de la presidencia a Nicolás Maduro por cualquier vía. Y cuando decimos cualquier vía es literal: desde el golpe de Estado clásico, pasando por la insurrección civil, hasta la reforma constitucional… Incluso le pusieron fecha de vencimiento al mandato: seis meses a partir de la instalación de la nueva Asamblea Nacional, tiempo suficiente -decían- para activar cualquiera de las vías.

Sin embargo, pasaron los seis meses y el país, así como el resto del mundo, vimos cómo nada de eso ocurrió. Y lo más asombroso es que nada pasó por las propias torpezas de la derecha, siendo la mayor de todas la no activación del referéndum revocatorio en los lapsos establecidos en la Constitución para tales fines. De tal suerte, el año 2016 cerró contra todo pronóstico con el gobierno de Maduro en el poder y una MUD en su peor momento: desgastada entre su militancia, sin credibilidad ante el resto del país y sin unidad real visible entre su dirigencia.

A pesar de este fracaso temporal, queda claro que el principal frente de disputa política en el año 2017 seguirá siendo el económico, pues aún quedan batallas que desde el Gobierno no se han ganado (abastecimiento, precios, tipo de cambio…). Y, más allá de la incapacidad de la derecha para traducir el malestar social y político en la definitiva caída del Gobierno en el año 2016, todo hace pensar que para este año redoblarán su apuesta.

Así las cosas, tenemos claro que todo indica que el oposicionismo repetirá en 2017 la receta de 2016, ayudada por el metabolismo social de puja distributiva y la inercia especulativa tras los cuatro años de guerra económica. ¿Pero, y el Gobierno? ¿Qué se puede esperar del Gobierno en 2017?

Partiendo de lo que se ha anunciado públicamente, todo indica igualmente que el gobierno profundizará su plan de 2016: activar los llamados Motores Productivos, pero contando ahora con la ayuda de la recuperación del ingreso petrolero tras los acuerdos de reducción de cuotas entre los países OPEP y algunos no OPEP, donde Venezuela ha vuelto a mostrar liderazgo internacional siendo uno de los principales impulsores del Acuerdo.

La otra realidad, no menos compleja, pasa porque la activación productiva depende necesariamente de la existencia de un mercado dinámico con suficiente capacidad de absorción por la vía de la demanda. Este mercado, a lo interno del país, actualmente no existe en los términos en que se requiere, pues pese a los problemas reales de escasez y los constantes aumentos salariales la especulación sobre los precios ha contraído el poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras, que constituyen el grueso de la demanda interna.

Frente a este escenario, el Gobierno comprende que necesariamente debe activar y recuperar el mercado interno. La cuestión está en saber si tendrá capacidad para convencer de lo mismo a los empresarios, prisioneros como están de sus prejuicios políticos, cálculos egoístas y expectativas negativas, así como del peso de los monopolios y oligopolios transnacionalizados que aprovechan la coyuntura para fortalecer sus posiciones de dominio, aplastando la competencia de la pequeña y mediana empresa así como cualquier otra forma de emprendimiento económico alternativo social, comunal, socialista o popular. Por otra parte, habrá que ver hasta dónde es capaz de armonizar la política económica, en el entendido de que la política de precios no puede reñirse con la cambiaria, ni la productiva, ni la fiscal, o andar cada una por su cuenta. Así como habrá que ver hasta qué punto será efectivo atacar las bases sobre las cuales se monta la guerra económica. No es suficiente defenderse de la misma, es el momento de contraatacar. Del desenlace de estos dilemas dependerá la suerte del chavismo, y sin duda, la del país hacia el futuro.

T/Luis Salas Rodríguez
@salasrluis76
Celag