Por Alberto Aranguibel B.|¿Qué hay en verdad detrás del desespero por el referéndum?

Desde el año 2014, el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica gobierna con un parlamento en el que la oposición es mayoría. Habiendo obtenido el triunfo en estados históricamente demócratas, los republicanos se hicieron desde entonces con el control de un poder que en esa nación es determinante para el desempeño de la democracia.

Sin embargo, esa mayoría circunstancial parlamentaria no ha sido utilizada para intentar sacar del poder al presidente de la nación más poderosa del planeta, porque el primer senador o representante (diputado) que lo intente, va a parar directo a la cárcel por conspiración contra el estado de derecho y el espíritu fundamental del sistema democrático que es el respeto a la decisión del elector.

En Venezuela una avanzada figura incluida por la revolución en el texto constitucional para profundizar el carácter participativo y protagónico del pueblo, como lo es el Referéndum Revocatorio, se intenta utilizar por una oposición circunstancialmente mayoritaria en el parlamento para ponerla al servicio de la élite burguesa que destruyó en el pasado las posibilidades de nuestro país en la construcción de su bienestar social y su desarrollo.

Es el secuestro que la derecha pretende hacer de un poderoso instrumento revolucionario que el pueblo está en la obligación de defender como una opción democratizadora, tal como lo pensó el Comandante Chávez, y no como una obligación para acabar con sus propias conquistas populares.

“¡Si se creen mayoría por qué no se cuentan!” gritan los voceros opositores, como si su circunstancial y hoy evidentemente desgastada mayoría del 6-D fuera un activo electoral perpetuo, que sirviera para ser usada como resultado portátil trasladable a cualquier elección no solo parlamentaria, sino regional o presidencial. Esta bien, ganaron y la revolución les reconoció su triunfo. Pero esa fue una elección parlamentaria y no presidencial. Dos cosas completamente distintas en dos momentos perfectamente diferentes.

Pero el sentido de la aritmética electoral no es precisamente el mayor atributo de la derecha venezolana. Lo de contarse es un eslogan propagandístico hueco y sin fundamento para quienes desde el 14 de abril del año 2013 no han respetado ni un solo instante la “cuenta” que hizo a Nicolás Maduro el Presidente más votado de nuestro país, después del Comandante Hugo Chávez, a quien tampoco esa derecha mentirosa y demagoga le reconoció jamás el respaldo popular mayoritario.

La Revolución Bolivariana se ha contado electoralmente más que ningún otro movimiento político de nuestra historia. Y en ningún caso, salvo cuando ella gana, la oposición ha aceptado la cuenta.

Ha debido admitirla a regañadientes por su propia ineptitud para reunir la masa crítica del pueblo que le permitiera desplazar del poder al chavismo, pero no porque haya creído en modo alguno en el juego democrático.

La defensa a ultranza que esa derecha hace hoy de la Constitución Bolivariana, es exactamente igual a la que hacen ahora con la bandera de ocho estrellas, por ejemplo, que durante tanto tiempo protestaron aferrados a una idea de veneración a los símbolos, códigos y cánones del pasado que el país estaba dejando atrás.

Quienes desde las filas opositoras enarbolan fogosos la misma Constitución que por casi un cuarto de siglo no solo han desconocido llamando a votar en su contra en los varios referenda convocados por el Poder Electoral para consultar al pueblo sobre su contenido, sino también en todos los demás procesos en los que la Revolución Bolivariana llamó a apoyar la propuesta chavista, lo hacen después de más de dieciocho años de luchar contra ese texto y de haber llegado incluso a derogarlo con euforia frenética durante el golpe de abril del 2002.

Es decir, llegan tarde, demasiado tarde, a la justa y correcta valoración de un instrumento que Hugo Chávez explicó hasta la saciedad como una herramienta que solo procuraba la profundización del modelo democrático participativo y protagónico que él le propuso al país sin ninguna clase de exclusiones o discriminaciones por razones de ideología o credo religioso o político.

Se opusieron desde siempre a todo por la simple necesidad de llevarle la contraria a la propuesta chavista sin importar el costo, el sufrimiento y el dolor, que causaban con su necia terquedad obstruccionista y sin sentido.

Su odio visceral fue descargado desde el inicio mismo del proceso revolucionario contra medidas que tendían a favorecer incluso la propia calidad de vida delos sectores opositores, como las regulaciones del costo de la matrícula escolar, la persecución a los estafadores inmobiliarios, los controles al sistema financiero que asaltaba el bolsillo de la clase media, y un largo etcétera.

En las elecciones presidenciales, cuando tenían que ser mayoría para poder asumir la función de gobierno, no lo fueron nunca desde que el sentimiento revolucionario se instauró en el corazón del pueblo.

El 14 de abril del año 2013, en momentos en que el país hubo de enfrentar una elección presidencial que subsanara el vacío que dejaba la dolorosa partida física del entonces recién electo presidente Chávez, tuvieron la oportunidad que les ofrece el sistema democrático, pero no alcanzaron el triunfo. De ninguna forma quedaba establecido ahí que esa elección debía revisarse cuando ellos de manera arbitraria se consideraran mayoría.

Con base en las delirantes ideas de un desquiciado encuestólogo que les ha dicho que aquella mayoría que logró la oposición en la elección parlamentaria estaría disponible de manera automática para una elección presidencial, pretenden ahora instaurar la percepción de que son mayoría para poder impugnar cualquier evento electoral en el que resulten derrotados.

El absurdo argumento esgrimido por la oposición según el cual el chavismo viola la Constitución si no se somete a referéndum, es un vulgar intento por despojar al pueblo de una de las conquistas de mayor valor en la democracia avanzada promovida por la revolución bolivariana, como lo es la de la posibilidad para ese mismo pueblo de darse el gobierno de su preferencia y no el que convenga a las élites del poder económico neoliberal que desde siempre cercenó los derechos democráticos de la mayoría al imponer en el pasado un modelo de alternabilidad en el poder que bloqueaba e imposibilitaba la transformación del Estado.

La elección presidencial, cuyo único requerimiento es ser venezolano, mayor de edad y estar debidamente inscrito en el Registro Electoral, es de obligatorio cumplimiento en el modelo democrático para que se produzca la realización de la democracia. El referéndum, como figura revolucionaria que es, es una opción constitucional que podrá ser llevada a cabo una vez que se cumpla una serie de pasos o requisitos legales que la oposición no ha cumplido.

¿Por qué el desespero en llamar a votar a como dé lugar, sin importar la violación a las leyes sino el interés en convertir cuanto antes una consulta en elección presidencial?

Porque su fin último no es salir del presidente Maduro solamente, sino acortar así el periodo presidencial de manera fraudulenta y en expresa contravención del espíritu del constituyente originario que propuso extender el periodo de gobierno a seis años, con posibilidad de reelección para permitir la continuidad administrativa que asegurara la concreción de las grandes obras y programas de desarrollo que requiere el país.

En cuatro o cinco años es muy poco lo que puede ser transformado en el Estado y es esa exactamente la razón que determina el interés del neoliberalismo en acortar el mandato presidencial en cualquier parte donde exista esa posibilidad.

A los revolucionarios les corresponde ejercer su derecho a que su elección (esa cuenta perfectamente democrática y legítima de 2013), sea respetada y resguardada de las perversas pretensiones neoliberales de asaltarla para acabar con un sueño de redención del pueblo que no tiene ni tendrá vuelta atrás. Pero también le interesa impedir la emboscada que recorte del periodo presidencial, porque es esa una conquista esencial del modelo participativo y protagónico.

En eso la oposición será de nuevo derrotada porque al neoliberalismo no le interesa un revocatorio para poner en la presidencia de Venezuela a un betancourtzuelo desvencijado. Le interesa acabar con el sólido muro de soberanía que la revolución bolivariana ha levantado en el continente.

Y ahí se encontrará siempre de frente con el indoblegable pueblo venezolano.

T/Alberto Aranguibel B.
@SoyAranguibel
Caracas