Por William Castillo Bollé|Descolonizar la azotea (Opinión)

El presidente Nicolás Maduro ha convocado a un gran esfuerzo nacional, político, masivo, para «descolonizar» la sociedad venezolana. Tal tarea supone admitir que Venezuela está efectivamente colonizada. Que mas allá de la resistencia indígena a la invasión europea, la sangrienta forja independentista de 1810-1821, y la ruptura histórica iniciada en 1998 -lo que el comandante Hugo Chávez, citando a Juan Domingo Perón, llamó la segunda y definitiva independencia- Venezuela aún es dominada por una mentalidad que la sujeta, la esclaviza, la amarra; que nos domina una forma de no ser nosotros mismos, de no hacer, de no pensar por cuenta propia -como decía Eduardo Galeano; una impostura colectiva, a decir de José Ignacio Cabrujas: unos modos y rutinas invisibles que nos impulsan a explicarnos en las teorías y los espejos de otros, y que cimentan una incapacidad para entender nuestro presente/futuro de otra manera que no sea a partir de andar el camino de quienes nos han dominado.

Vicente Romano ha descrito el fenómeno de cierta manera como la formación de la “mentalidad sumisa”. El neocolonizado (el sumiso) es un tipo que ha sido formado para prescindir de sus ideas, de su ingenio, para no creer en sus capacidades, para aceptar cualquier argumento que le sea expuesto desde arriba por «los que saben». Es literalmente un no-ser, incapaz de encontrarse en el relato de sus orígenes, de su sangre, y de comprender su devenir. Un tipo que prefiere vivir el mito de Grecia que el de los Mayas o Aztecas, o que repite los textos ingleses sin pasar por la literatura mestiza de toda nuestra extensa latitud silenciosa, como diría Pablo Neruda. Su excusa es la universalidad, por supuesto. Pero ¿qué es el saber universal sino el conocimiento generado por el poder universal? El que te domina te impone su relato, su historia y a ti no te queda si no aceptarla, obedecer, consumir y ver televisión.

Chávez entendió desde el principio la necesidad de una ruptura cultural, incluso mas radical, que la simple toma del poder, el desmontaje del puntofijismo, o la redistribución de la renta. De allí su insistencia en devolvernos la historia. En recuperar a los invisibles, a los excluidos de esa historia oficial, tan bien conservada por los Morón, los Pino, entre polilla y academia. Fue gracias a esa obsesiva convicción de que había otra historia que contar que Chávez avanzó en la recuperación de la identidad nacional; y fue esa misma certeza la que le permitió enfrentar las burlas y descalificaciones de la vieja y nueva «inteligencia» colonial. Bolívar, y el Bolivarianismo, fueron los grandes beneficiarios de las extraordinarias búsquedas de este arqueólogo maravilloso.

Chávez comprendió lo que Enrique Dussel llama acertadamente la “geopolítica del conocimiento”. Es decir, la comprensión desde una perspectiva histórica de la dominación a través del relato impuesto desde los centros de poder/pensamiento. La historia de la modernidad no es pues, la de unos laboriosos y austeros europeos cuyo genio superior enderezó el rumbo de la humanidad, sino el violento parto del saqueo y vaciamiento de América. Sin saqueo del Nuevo Mundo, el Viejo Mundo fuera hoy un anexo árabe o asiático.

Por ello, un proceso de descolonización hay que entenderlo como el llamado a una gesta cultural de proporciones aún mayores que la batalla política y económica, una épica que empieza en la intimidad, en la conciencia individual. Sólo a condición de la autodescolonización, de una depuración cultural propia, puede pensarse en un proceso social que supere el esquema de antivalores que le ha sido impuesto a nuestro pueblo: lo extranjero por encima de lo nuestro, el egoísmo sobre la solidaridad, lo privado sobre lo colectivo, el parecer y el tener por encima del ser.

Sólo a partir de construir/reconstruir un relato que explique nuestras condiciones históricas y presentes, nuestros sueños y aspiraciones, repito -individuales y colectivas- puede nacer la semilla de una mentalidad soberana, auténtica, consciente, dialogante con nuestro pasado, y con nuestro porvenir. Hacerlo sería una hermosa forma de honrar el legado de Chávez, el gran descolonizador de nuestra historia.

T/William Castillo Bollé

Asi mismo es…» como diría Pablo Neruda. Su excusa es la universalidad, por supuesto. Pero ¿qué es el saber universal sino el conocimiento generado por el poder universal? El que te domina te impone su relato, su historia y a ti no te queda si no aceptarla, obedecer, consumir y ver televisión «