Douglas Suniaga: «El teatro es trabajar en equipo respetando las ideas»

«El hacer un mejor país parte en ser mejores personas. Si algo te enseña el teatro es trabajar en equipo respetando las ideas, llegar a acuerdos que convengan a todos los involucrados, dejar de ser mezquino, ser disciplinado y respetuoso con la profesión, sin importar lo pequeña o grande que sea», señaló el siempre intenso Douglas Suniaga, quien hace varios papeles a la vez en «This is Salem», escrita y dirigida por Andreina Polidor.

Esta excelente pieza cumple su primera temporada en el Teatro Luis Peraza en Los Chaguaramos (a dos cuadras del Metro Ciudad Universitaria) de Caracas, con funciones hasta este fin de semana, sábado y domingo a las cuatro de la tarde.

Suniaga ha participado en proyectos teatrales de la mano de Levy Rossell, Orlando Arocha, Francisco Dennis, Elaine Méndez, Edward Paruh, Andreina Polidor y Alan Puerta, destacando sus actuaciones en Los últimos Usher, versión de Edward Paruh; Vimazoluleka de Levy Rossell; Panchito Mandefua, versión de Nelson Perez; Algo cayó del cielo, versión de Alan Puerta; El pie de la virgen de Andrés Eloy Blanco; Buenaventura chatarra de Cesar Rengifo; La Mision de Heiner Muller (ganó como mejor histrión joven en Festival de Nuevos Directores 2019); El pop drama de Marat-Sade de Peter Weise; y Chuo Gil de Arturo Uslar Pietri.

Ya como director llevó a escena producciones como Baal de Bertolt Brecht; La boda del muerto, Polinomio y Malcolm X de su autoria; El otro yo de Chritian Saaverdra; La secretaria de Juan Francisco Rojas; y Testosterona de Rebeekka Kricheldorf.

– ¿Cómo te sientes participando en esta obra?

– “This is Salem” es el resultado de un proceso continuo de investigación y creación que lleva el Teatro de la Penumbra de hace cinco años, de la mano de Andreina Polidor. Estar en una obra de una peculiar singularidad como ésta, más que un reto es una responsabilidad conmigo mismo como creador, con los conceptos y temas que se desarrollan en el espectáculo, y con el arte teatral que venimos realizando en un país tan envuelto en una dinámica de lo inpensado. Es la obra en la que he soñado participar como intérprete desde que empecé a hacer teatro, en la que me permito crear, decir, hacer y deshacer en escena. Y si además, comparto espacio con tremendos seres humanos, artistas y amigos como lo son Fernando Garantón, Bethania Yanez, José Alberto Briceño y Marisela Montiel, la dicha es mucho más plena. Un actor necesita de buenos compañeros para desarrollar su talento, y ellos son los mejores que se pueden tener. En fin, This is Salem me salva cada día más.

– ¿A veces los personajes no se despegan de ti cuando terminas de actuar?

– Cuesta dejar de pensar en ellos. Por ejemplo, el Marqués de Sade (de el pop drama de Marat-Sade) me habla cada vez que veo las noticias; Juancho (de Chuo Gil) aparece de a ratos cuando recuerdo a mi familia; Jabino Buenaventura (de Buenaventura Chatarra) lo veo en los ojos de los ancianos que descansan en cualquier banco de una plaza; Sasportas (de La misión) esta en mi piel, en mis venas, en las caras lindas de mi gente negra; y Mary Warren (de This is Salem) sale de vez en cuando, debo ponerle reparo. Todos siguen vivos, descansan de a ratos y sin esperarlo me recuerdas que son parte de mi, y yo soy de ellos y les debo mucho. Es muy posible que pueda estar loco, y eso es divertido.

– ¿Dirigir está entre tus planes?

– He desarrollado mi carrera de actor y director a la par. El formarme como actor me ha ayudado muchísimo para ser director, y el dirigir me da un espacio creativo desde una perspectiva y una responsabilidad distinta que disfruto demasiado. Como actor se me han presentado maravillosas oportunidades que me han abierto muchísimas puertas. Y como director me he forjado esas oportunidades. También he podido ser titiritero, otra forma de ser actor, porque desaparece por completo ese gusanito de «mostrarte» y juegas a volver a ser niño. He dirigido obras como Baal de Bertolt Brecht, Testosterona de Rebekka Kricheldorf y Café, una propuesta de titeres para adultos de micro teatro. Me formé académicamente como director en la Unearte; mi alma mater, por eso me veo más como director, es un lugar en el que me siento dichoso, sigo teniendo la imagen de ser muy feo para ser actor, no entro ni en los estándares de simpatía estética que están fuera de los mismos estándares de belleza, pero cuando estoy en el escenario esas ideas desaparecen. De hecho, me pongo más nervioso como director que como actor; ya que siendo actor tienes dominio y responsabilidad de lo que pasa en escena, como director hay cosas que no puedes controlar.

– ¿Consideras que existe generación de relevo?

– Por supuesto, siempre hay gente ávida de hacer teatro que esta viendo lo que hacemos nosotros y lo que hacen e hicieron mis maestros. No se puede ocultar el hecho de vivir en un país que pasó de ser un hogar para emigrantes, a convertirse en todo lo contrario. Pero los espacios que han quedado vacíos están siendo ocupados por muchos compañeros que ven en el teatro una manera de aplacar la abrumadora tristeza de la realidad. Para los que estamos en actividad creo que tenemos el compromiso de transmitir la disciplina y responsabilidad que nos enseñaron nuestros maestros. Es la mejor herencia que podemos dejar. Además, la coyuntura que vivimos ha hecho que el hacer teatro sea un acto de valentía y amor, soy partidario de unirnos, de palabra y de acción los que hacemos teatro, sin importar tendencia política, estatus social, raza o sexualidad. No lo veo como algo utópico, ya que estamos en el momento histórico para hacerlo. Las generaciones de relevo nos lo agradecerán. El teatro esta destinado a vivir para siempre.

T/Eduardo Chapellín (CO)
F/Web