Pacheco no era de Galipán

La historia contada y repetida una y otra vez, relacionada con el frío de diciembre y el personaje de Pacheco, detalla que se trataba de un floricultor galipanero de nombre Antonio Pacheco que vivía en el Ávila (el actual Waraira Repano).

Este personaje al comenzar el frío, a finales de noviembre, llegaba a La Pastora por el Camino de los españoles y la Puerta de Caracas. Traía un arreo de burros cargados de hermosísimas flores. También iba acompañado siempre de una copla que lo anunciaba en el camino, y así alegrar el espíritu festivo de los caraqueños. En La Pastora vendía sus flores frente a la iglesia y descansaba del viaje. Después, seguía su camino hacia el Mercado de las Flores de San José, en donde junto a otros galipaneros terminaba de vender su mercancía.

De esta manera los caraqueños asociaron la llegada del personaje con la época más fría, desde noviembre hasta enero. La expresión “hace Pacheco” o “llegó Pacheco”, es solo entendida por los nacidos o habitantes de estas tierras.

De Antonio Pacheco se afirma que vivió a comienzos del siglo XX, época en que bajaba a Caracas, aunque algunos lo ubican en los años 40 del siglo pasado.

Pero sobre esta encantadora historia hay muchas interrogantes y dudas, al menos en lo que se refiere al origen del agricultor en Galipán, poblado de la espalda del Warairarepano, en donde nadie lo recuerda, su figura no es parte del anecdotario local, y el apellido no figura en el gentilicio de la zona. Así lo aclara Luis Pérez, un caraqueño hijo de galipaneros que estaba por los lados de la calle real de Cotiza, en San José, arreglando un desperfecto en la rueda de su automóvil.

Luis Pérez, nacido en Caracas hace 55 años, es descendiente de los que fundaron el parcelamiento de Galipán. Su padre, Juan Pérez, de 84 años, es galipanero.

“Los viejos galipaneros afirman que esa leyenda de Pacheco debe ser muy vieja, porque ellos no tiene referencias”, señala Pérez, quien afirma que los primeros habitantes de Galipán eran canarios y algunos italianos.

“La mayoría de los apellidos de allá arriba son Perroni, Pérez, Santa Ana, Denis, Hernández, González. Sobre esa reseña de Pacheco, los viejos de Galipán hablan de no haberlo conocido. No les suena ese Pacheco. El apellido no se mantiene en el Ávila (Warairarepano), de haber sido cierto, hubiese una generación con ese apellido. Nosotros por el lado de Galipán pensamos que alguno de apellido Pacheco debe estar por el lado del Camino de los Españoles, que es el primer camino de Caracas que venía de La Guaira. Es posible que por allí exista el Pacheco, ya que por tradición esa zona es la que se pobló primero”, indica Pérez.

Todavía en Galipán se siguen cultivando flores, como un cultivo prácticamente autóctono. Se sigue sembrando en una pequeña cantidad, pero mayormente los galipaneros viven de posadas, restaurantes. La mayoría se rebusca con comprar en algún sitio. Van a Los Teques a comprar pinos, eucaliptos, compran flores en San Pedro, San Cristóbal. Con las dificultades se ha hecho difícil importar, entonces se desvían hacia ramos como el alimenticio. El cultivo de flores ha mermado, dice Pérez.

“Estamos en la calle Real de Cotiza, que era solo un sector, no era tan amplio como se le denomina hoy, ya que nosotros hemos sumado sectores que no pertenecían a Cotiza. La parroquia San José desde el Mercado de Las Flores hasta el pie del cerro tiene diferentes nombres en lo que es la vía de la calle Real: Santa Elena, José Gregorio, 11 de Agosto, Los Lano, lo que hoy es el hospital Rísquez antes lo llamaban La Forestal”, explica.

Agrega que en torno a la calle Real, que comienza en el Mercado de Las Flores, al final de la avenida Fuerzas Armadas, donde está la famosa ceiba , más abajo se encuentra lo que antiguamente llamaban el “paraguas del policía” o la “curva del policía”, donde se ubicaba un efectivo policial para controlar y facilitar el tráfico por la curva en la pendiente que era bastante estrecha.

“Mucha gente le cambió el nombre por “La casa de la mata de guayaba”. Así ha pasado por tantas cosas. Se mantiene el árbol de la ceiba que ha sido tradicional por muchos años. Esta la ceiba, la curva del policía y arriba está “La esquina del Portu”, en Cotiza, donde está el parque”.

Los arrieros de Galipán

La abundante crónica caraqueña asienta que en la esquina de San Luis, donde actualmente finaliza la avenida Fuerzas Armadas, era el lugar donde terminaba la calle Real de San José, que venía subiendo desde el Socorro, San Ramón, Crucesita, hasta llegar a San Luis. Esta esquina no era como actualmente la ven los caraqueños. Era un lugar angosto, bloqueado de bodegas por todas las esquinas y muchos árboles entre los cuales estaba la vieja ceiba que aún está allí y que es tradicional en San Luis. Allí llegaban todas las mañanas las recuas de burros, que venían descendiendo desde Galipán y Los Venados con sus cargas de flores, duraznos, fresas y otras frutas exquisitas que se cultivaban en nuestra providencial montaña, el cerro del Ávila.

A la esquina de San Luis llegaban los arrieros, dejaban su carga en las pulperías, principalmente en la de don Juan o la de don Rafael, con la mayor confianza, mientras ellos iban a hacer sus arreglos para regresar. Se proveían de víveres, de vituallas para la casa y existía una confianza tan grande y la gente era tan honesta que en ningún momento se le ocurría a ningún arriero cuando retiraba sus duraznos, sus fresas o sus flores recontar a ver si estaba completo o no.

Manuel Aponte, nativo de San Jacinto, estado Trujillo, llegó a Caracas en la década del 70 del siglo pasado. Dice que Cotiza era una zona rural completamente, tapada de neblina. Por allí llegaba la gente de Galipán que bajaba con sus bestias. Por los lados de la Curva del Policía, donde se levantaba una ranchería, amarraban los animales, hacían sus diligencias, iban al Mercado de las Flores, luego retornaban.

En la bodega de Jesús Pavón, ubicada en la calle Real, Aponte confiesa que fue policía en diferentes sectores de Caracas. En esas responsabilidades conoció a Apascasio Mata, encargado de montar guardia en la esquina de Sociedad. Apascacio, conocido por su entrega, energía y honestidad en el cumplimiento del deber, se hizo famoso al parar en el semáforo a la caravana del para entonces presidente Rafael Caldera.

Apascasio, junto a Isidoro, el último cochero, y Pacheco, forma parte de la selecta lista de personajes cercanos al corazón de los caraqueños.

El olor de las flores

Freddy Laffont, dueño de un puesto en el Mercado de las Flores de San Luis, junto a su hermana Mailoly Laffont, señala que este mercado fue declarado patrimonio de la ciudad de Caracas, junto a la señorial ceiba que está al lado. Esta circunstancia lo salvó de la demolición, ya que cuando se planteó la construcción del Bus Caracas se pensó en derribarlo para construir la estación terminal. Freddy y su hermana son hijos de Oswaldo Laffont, aunque ya retirado, uno de los más viejos vendedores de flores del viejo mercado.

Oswaldo Laffont, quien por estos días visita con frecuencia el mercado, señala que es nativo de Caripito, municipio Colón, del estado Monagas. Nació en 1941.

A los 19 años se vino en un bus de la línea La Responsable, que salía de Caripito, pasaba por Maturín, Punta de Mata, Puerto la Cruz, y llegaba a Caracas, dejando a los pasajeros en alguna de las paradas de la ciudad.

En 1963, luego de una estadía en la Policía Metropolitana, comenzó a trabajar en el mercado de Las Flores, donde adquirió un puesto.

Como funcionario policial estuvo muchos años apostado en la “curva del paraguas” o de “la mata de guayaba”, dirigiendo el tráfico. Por allí bajaban los buses de Cotiza, de San José del Ávila; había que controlar el tránsito para que pudieran agarrar la cerrada curva.

De aquellos años evoca que todo era muy diferente. “Había mucho movimiento. Llegaban las flores de Galipán, de Colombia, de Ecuador, de Mérida, San Cristóbal, de Los Teques”.

¿Usted oyó hablar de Pacheco?

─ Cuando venía el frío decían que viene Pacheco, porque la neblina bajaba del Ávila y cubría todo esto, en los primeros días de diciembre. Era un frío natural. Pacheco era el frío que se reflejaba en el ambiente. La gente de Galipán traía las flores en burro, a caballo y luego en jeep. En la esquina del paraguas, y adentro en la ranchería amarraban las bestias. Yo me retiré de aquí hace siete u ocho años.

Me gusta mucho San José, en especial el Mercado de las Flores. Me trae muchos recuerdos agradables

¿Y el olor de las flores?

─Aquí venían los claveles de Galipán. Las rosas tienen un perfume muy delicado. El crisantemo no tiene olor. El gusto por las flores dependerá de las personas. Hay a quienes le gusta el clavel, otros las rosas. Los arreglos florales se hacen con el color que pide el cliente. Depende del evento, si un cumpleaños, una ofrenda floral, un oficio fúnebre, para la novia.

Don Oswaldo comenta que el apellido Laffont es francés, llegado a tierras orientales, y a Caripito, con las compañías extranjeras que buscaban petróleo.

“En Caripito nació Bill Clinton, quien fue presidente por dos periodos en Estados Unidos. Nació en el hospital La Sagrada Familia, que era de la Creole Petroleum Corporation, en Caripito. Publíquelo para que se enteren que Bill Clinton nació en Caripito, estado Monagas. Su familia vivió en el campo americano en Caripito”, señala don Oswaldo, apoyado por su hija Mailoly.

“En internet no aparece esa noticia, ni se consigue por el buscador Google. La borraron para ocultarla”, dice Mailoly.

T/ Manuel Abrizo
F/ Miguel Romero