Tradición mirandina|Para los diablos danzantes de Ocumare de la Costa la jerarquía está en el rejo

En Ocumare de la Costa, estado Aragua, los diablos danzantes bailan dos días en la semana de Corpus Christi: el jueves y el domingo de la octavita. Sin embargo, su trabajo no queda allí solamente porque además realizan un Encuentro Nacional de Cofradías y un Consejo Regional de Diablos Danzantes en su entidad.

El capataz mayor de la cofradía de los diablos de Ocumare de la Costa, José Echenagucia, cuenta que todo el año dictan talleres sobre elaboración de máscaras, ejecución de cuatro, baile de diablos, confección del traje, entre otras actividades que han garantizado la transmisión oral de esta tradición ancestral a los más jóvenes.

La Iglesia parroquial de San Sebastián, en el pueblo de Ocumare es el lugar donde danzan cada jueves de Corpus Christi y en la zona de El Playón lo hacen el domingo de octavita.

«Hice una promesa por la salud de un hermano», comenta Echenagucia remontándose al origen de su incorporación a este rito protagonizado por promeseros que se rinden ante el Santísimo Sacramento, simbolizando la rendición del mal ante el bien.

Estar enfermo no impide que Echenagucia baile cada año, «tengo problemas en la columna y bailaré mientras pueda, aún dejando de bailar seguiré siendo el jefe», expresa enérgico.

Para que un diablo raso sea ascendido a «perrero» o «capataz», la cofradía entera considera el conocimiento adquirido desde su ingreso a la hermandad y el respeto mostrado a las autoridades superiores.

«Cuando un capataz ve la formación de un muchacho le van enseñando las oraciones, la forma de comportarse», dice Echenagucia y agrega que cuando los capataces y los perreros ven que un muchacho está interesado en aprender y se desempeña bien, lo van ascendiendo.

Diferencias entre las cofradías

La capa del traje de Ocumare es acampanada, no es cuadrada como la de otras cofradías. El pantalón lleva unas borlas colgantes para que sea «más vistoso», y todo el traje tiene cruz de palma como protección religiosa.

Las mascaras de Ocumare no reflejan la jerarquía de sus promeseros, para ellos está en el rejo o mandador, que es el utensilio de cuero que llevan en la mano izquierda para «poner orden» en la danza diablesca.

«En Yare la jerarquía está en los cachos de la máscara, pero aquí en Ocumare la jerarquía está en el rejo y se reconoce por los nudos», explica con precisión.

El mandador o rejo del capataz mayor tiene cuatro nudos, y los nudos simbolizan la jerarquía. Cada nudo tiene una oración, hay un tiempo que se vela para bendecirlo bien, comenta.

«Es un símbolo de jerarquía porque sirve para enseñar a los diablos que no hacen las cosas bien, a ellos hay que ‘echarles rejo’ o a las personas que se atraviesen durante el baile», dice.

Durante el baile es común que algunos animales como los perros o gatos se acerquen al lugar, por lo que los perreros los ahuyentan «porque no se sabe si es el innombrable, el maligno pues», expresa.

Si no hay traje nuevo, no bailas

Este año bailaron 225 «hermanos danzantes» de un total de 300, porque el traje es costoso, y «por orgullo y ofrenda debes tener un traje nuevo cada año», dice el capataz: «si no hay traje nuevo, no bailas».

En Ocumare todo el pueblo sale a seguir a los diablos. Las mujeres no bailan pero hacen los trajes de los diablos, la comida, los altares, llevan agua para hidratar a los asistentes y cuidan a los niños.

Las mascaras se hacen con caras de animales, cochinos, perros, dragones, caimanes, al gusto de cada quien, lo importante es que cada vestimenta lleve una cruz de tela bordada y una cruz de palma bendita, para la protección.

Echenagucia relata que en algunas ocasiones las familias que harán la comida no saben ni qué cocinar porque no tienen el dinero, pero le piden la ayuda «al Santísimo» y él les provee el dinero, bien por la vía de un trabajo inesperado o por un terminal de lotería acertado.

Arroz con pescado, arroz con pollo o hervido, son algunos de los platos que brinda una sola familia a toda la diablada el día del ritual.

Por lo general, la familia anfitriona también es promesera, por lo que organizan un altar donde los diablos van a dar las gracias por el alimento, piden por la familia, bendicen la comida y proceden a comer para partir al resto de hogares del pueblo donde bendecirán a enfermos, sanarán a niños con mal de ojo y brindarán un momento de espiritualidad a quien lo necesite.

En diciembre, los Diablos danzantes de Ocumare de la Costa esperan el veredicto ante una solicitud elevada a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) para que la manifestación, en conjunto con las restantes, reciban la distinción de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Texto / AVN