Por Marcelo Barros|Para que el mundo viva en paz (Opinión)

Hacen pocas semanas nos deseábamos un año nuevo de paz, los unos a los otros. Sin embargo, del inicio de enero hasta ahora, el mundo sigue inmerso en un mar de violencia cada vez más fuerte. En Estados Unidos, policías han matado otro joven negro. En Francia, terroristas han asesinado periodistas. En Siria, las ejecuciones hacen parte de lo cotidiano de un país devastado. En Nigeria, un grupo terrorista asesinó en estos días tres mil personas. Por esta masacre, no ocurre ninguna manifestación de masas, ya que ocurrió en África y no en París.

En América Latina, el narcotráfico, milicias particulares, bandos criminales y hasta en algunos países, grupos de la policía aún exterminan, a diario, jóvenes de las zonas excluidas y de preferencia negros. Los que hacen eso son personas comunes que podemos encontrar en la panadería, en el cine, o en el Metro. Matan porque viven inmersos en una cultura de violencia.

En esta semana, en Nueva Dehli, India, millones de personas visitan la tumba del Mahatma Gandhi. Todos reverencian al Profeta de la Paz y de la No Violencia, asesinado el día 30 de enero de 1948. El insistía en que la única fuerza posible para vencer la violencia es romper con su lógica. Es resistir de forma no violenta y por la fuerza de la verdad.

Después de Gandhi, a través de la no violencia, el pastor Martin Luther King logró acabar con las leyes de discriminación racial en Estados Unidos. En Brasil, hombres como Helder Cámara han practicado la no violencia en la lucha contra la dictadura militar brasileña y por la justicia y paz. Sin embargo, esos hombres tienen pocos seguidores.

Es difícil establecer la paz en un mundo en el cual un mínimo grupo de privilegiados controla el 90% de los bienes disponibles para todos, mientras 80% de la población debe contentarse con el 10%. Para proteger ese sistema, responsable por la muerte y el dolor de una multitud, más allá de la destrucción de la naturaleza, los gobiernos gastan cifras astronómicas en armamento.

Solo los países latinoamericanos que siguen la inspiración bolivariana, aún sin poder romper con el sistema social vigente, intentan controlar y detener la crueldad capitalista.

Para que podamos vivir en paz, es necesario invertir en una educación crítica que genere una nueva conciencia de la realidad. En ese plan, las Iglesias tienen una misión importante. El Evangelio que ellas anuncian contiene el programa que Dios tiene para todo el mundo. Creyentes o no, las personas de buena voluntad pueden congregarse en esa construcción de un nuevo mundo posible.

Irmarcelobarros@uol.com.br