Emilio Hernández| Para que los nuestros vuelvan (Opinion)

En un conversatorio con representantes del Consejo Comunal de La Limonera pude percibir el nivel de madurez que tienen los camaradas para defender la Revolución. En sus comentarios sobre sus propias necesidades se reflejan objetivos de alto impacto comunal, como es hacer un boletín informativo que circule en la comunidad, cosa a la que nos comprometimos a ayudar.

La primera sorpresa  que uno se lleva es que expresan que quieren y pueden hacer algunas de las mejoras de infraestructura. Al parecer, les mandan contratistas a hacer mejoras en los predios de la comunidad, sin contar con mucho apoyo de los mismos vecinos de La Limonera.

En un país donde muchos piensan que todo el mundo quiere que se lo hagan todo, tenemos una comunidad que más bien expresa que ellos mismos quieren hacer las cosas. Demandan otro tipo de ayuda del Estado: en vez de soluciones “llave en mano” quieren apoyo para ellos mismos desarrollar sus soluciones.

Más impresiona la historia de una de las camaradas, llamada María, que también tenía conocimiento de lo que está sucediendo en el sector La Coromoto de las Minas de Baruta.

Ella había sido testigo de cómo mucha gente de esa comunidad, habiendo apoyado el proceso revolucionario hace unos años, se había ido pasando a las filas de la oposición. “Tan pronto el presidente Maduro”, dijo, “metió a la Guardia del Pueblo en ese sector, cuando la gente comenzó a ver que podía dormir tranquila otra vez, comencé a verlos con franelas rojas de nuevo, apoyando el proceso”.

Resulta que el problema no era solamente de inseguridad. A pesar de lo angustioso de los tiroteos que a veces se oían por las noches, otro problema los tenía muy molestos. “Había gente que hacía ruido toda la noche, jugaban dominó y tomaban en la calle. En ese lugar nadie dormía”, explicó María.

Debemos convencernos de cuánto agradece el pueblo que pueda dormir en paz. Cero ruido en las noches es la clave. El silencio nocturno, que además indica que nadie está disparando, debe ser la meta final, no nos conformemos solo con disminuir las estadísticas de los delitos graves.

Texto/ Emilio Hernández