Tiene problemas de seguridad y de infraestructura|La Parroquia Universitaria cumplió 50 años y espera por un cariñito

Son 50 años los que celebra este mes la Parroquia Universitaria, lugar de encuentros y enseñanzas, sitio de paso y también espacio para quedarse. ¿Qué ucevista no ha estudiado en sus cubículos? ¿Qué estudiante de la UBV no ha paseado entre sus jardines?

Pero si 50 años son bastantes para una persona, no lo son menos para una estructura. La sede de la Parroquia Universitaria resiente el paso del tiempo, y aunque el apoyo del profesor Nelson Merentes -presidente del Banco Central de Venezuela y connotado ucevista- permitió rehacer el salón Monseñor Romero hace tres años, y aportes puntuales de las facultades de la UCV han facilitado el emprender algunas reparaciones, no es menos cierto que otras áreas están sostenidas por la voluntad. La voluntad de su párroco, el sacerdote jesuita Raúl Herrera, y también de la comunidad que mantiene las actividades, las reuniones, las misas.

Herrera guía al Correo del Orinoco en un recorrido -flanqueado por los perros Ramón y Canela- que empieza en la capilla, hermosa con su piso de cemento pulido, mas también aquejada por los achaques del tiempo: el comején se come los bancos, hay partes del techo rotas y el agua cae dentro cuando llueve, el órgano no funciona; la eucaristía por las cinco décadas fue celebrada el domingo 17 de mayo con un equipo de sonido prestado, ya que hurtaron el del recinto. El jesuita enseña un reloj, una reliquia engullida por el comején y que tampoco funciona.

En la zona de los jardines hay luminarias dañadas; en algunos casos, sostenidas con un alambre.

“Los terrenos de la parroquia son de la Arquidiócesis de Caracas; por lo tanto, la parroquia es de la Arquidiócesis de Caracas y está al servicio de la comunidad universitaria”, puntualiza. Por un lado, la UCV; por el otro, la UBV. “La parroquia es como una bisagra: está en el medio y sirve de puente, de articulación, de ambas realidades que reflejan de algún modo la realidad del país”, describe.

CUBÍCULOS Y BIBLIOTECA, URGIDOS

Por el lado de los cubículos se mantiene vivo el espíritu estudiantil que llena los pizarrones de números, de palabras. “El espacio es bueno, cómodo y seguro para los estudiantes”, refiere el profesor Marcos Guzmán, mientras enseña estadística en el ala este.

No obstante, una mirada a los 42 cubículos, con un poco más de detalle, revela que también necesitan un cariñito (son usados de lunes a lunes) y, en algunos casos, reparaciones más grandes. Hay un sector cerrado bajo llave (el ala oeste), debido a que el hampa no respeta estudios ni credos.

Esta zona, a la que se accede cuando profesoras y profesores así lo piden, es la que está peor: se desprendió un canal que recoge el agua de la lluvia, también se sembraron las filtraciones. “Es un problema estructural”, señala el padre Herrera. Un bote de aguas negras, que “viene de Transporte UCV”, es caldo de cultivo para otros problemas.

Las paredes de los cubículos están afectadas por la humedad. Los baños “están peor que los de una carretera” porque “la gente no los cuida”, critica el sacerdote.

La biblioteca “no debería llamarse biblioteca”, sentencia Herrera. Los libros tienen hongos y otras plagas; conocimiento en riesgo. El padre calcula que hay unos 4 mil o 5 mil volúmenes de historia, derecho, catequesis y otros temas. En algún momento el servicio se sustentó en fichas y ficheros, pero ya quedaron obsoletos. “Estos son los ficheros del Antiguo Testamento”, bromea. El párroco relata que hay un proyecto elaborado para rescatar la biblioteca con el apoyo de la Escuela de Bibliotecología y Archivología de la UCV, pero no cuenta con el dinero para ejecutarlo.

CINCUENTA Y DELE

Herrera también dirige el Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV. Afirma que, en estos 50 años, la Parroquia Universitaria “ha estado cumpliendo con su misión de llevar la buena noticia del Evangelio en diálogo con la ciencia, la fe y la cultura”. Sin embargo, recalca que la estructura, que era transitoria, se convirtió en permanente: “Incluso, la residencia donde vivimos los padres era la casa de los obreros que estaban trabajando en la capilla”.

No se han quedado de brazos cruzados a la espera de que el techo les caiga encima. Un equipo integrado por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, la Fundación Fondo Andrés Bello y algunos feligreses se encargó de elaborar la propuesta de un concurso de ideas para los más de 12 mil metros cuadrados de extensión de la parroquia.

Con ese proyecto “se haría todo de nuevo”, acota Herrera, y se le daría más fuerza aún al concepto de oasis espiritual y cruce de caminos. “Queremos que sea un espacio de encuentro fraterno; un espacio plural, diverso, donde convergen distintas manifestaciones, incluso religiosas, ecuménicas”. Para ello se pensó en módulos de varios pisos. Pero la realidad es que ni siquiera han encontrado los recursos para convocar el concurso, admite el sacerdote. Hace unos dos años eran unos 500 mil bolívares; ahora, quién sabe. “Hay que reconocerlo: no es tan fácil montarse en un proyecto de esta envergadura, comenzarlo y no terminarlo. Es un riesgo muy grande que nosotros llamemos a un concurso de ideas arquitectónicas que nos financien el concurso y que después no haya continuidad”, refiere.

La otra opción, apunta Herrera, es que el cardenal le asigne el proyecto a un arquitecto de su confianza. Ahora “estamos evaluando las dos alternativas”. Aparte se elaboró una propuesta para el paisajismo, que fue presentada -precisa- a Seguros La Previsora.

ACOMPAÑAMIENTO DE TODO TIPO

La parroquia, subraya, acompaña a sus usuarias y usuarios en sus diversas necesidades: religiosas, intelectuales, organizativas, académicas. Por ejemplo, este año se celebran las dos décadas de la Cátedra Monseñor Romero, “espacio muy propicio para ese diálogo entre problemas que son propios de país, vistos desde la perspectiva de la Teología de la Liberación y del pensamiento y obra de Monseñor Romero”.

Sin temor a equivocarse, el sacerdote calcula que unas 20 mil personas utilizan a diario los espacios de la parroquia: van a misa, sacan fotocopias, se beben un café en el cafetín, encuentran consuelo ante la desdicha, se benefician del servicio de consultoría jurídica y el de acompañamiento psicológico (sobre el cual se puede saber más al marcar el 0212-6623806).

Para Herrera, la presencia de jóvenes “es un desafío”, ya que obliga a “literalmente echarle cabeza a cómo hacemos para dialogar con el público universitario joven en los códigos de su propia cultura”.

Además, considera que los tiempos actuales “nos reclaman generar esperanza, fortalecer las dos rodillas que se doblan, como dice el profeta. Dar aliento ¿verdad?”. A su juicio, este es un espacio, también, para “ayudar a que el agobio, la incertidumbre, la desesperanza no se instalen en el corazón de la gente; por el contrario, para ayudar a ver que todo proceso histórico tiene sus tiempos”.

La parroquia tiene la meta de acompañar a las personas de todos los signos políticos, de todas las posiciones. “La gente quiere tener espacios de sosiego interior, espacios de paz interior”, reflexiona Herrera, “y lo encuentra en la Parroquia Universitaria”. Otra razón más para que cuente con una estructura que resista, por lo menos, 50 años más.

T/ Vanessa Davies
F/ Joel Aranguren

Es una verdadera lástima que se este dejando perder esta importantísima área de la UCV. Como estudiante universitario que fui en la década del 70, hice uso de sus espacios muchas veces para estudiar , pasar el rato, conversar sobre diversos temas. Creo que estando esta parroquia dentro de los linderos de la universidad y conociendo el servicio que presta a la comunidad estudiantil, le debería corresponder a la UCV velar por el mantenimiento de esos espacios. Bueno, si la Directiva de esta casa de estudios no le presta apoyo a la infraestructura de la Universidad, comedor, unidades de transporte, jardines, Aula Magna, qué podemos esperar?. La «Rectora» Arocha debería apartar un poco del dinero que dispone en actividades terroristas, para la rehabilitación de estos esṕacios, que buena falta le hacen al estudiantado.