En un planeta en el que las materias primas tienden a escasear, los países con grandes reservas de las mismas se encuentran sometidos a gigantescas presiones que amenazan su estabilidad interna.
Las guerras civiles en naciones con recursos petroleros se multiplican, siendo los grandes perdedores sus habitantes, en especial las mujeres y los niños, por lo que la preservación de la estabilidad interna es el objetivo primordial para lograr un desarrollo genuino.
El presidente Hugo Chávez consciente de esta realidad y sabiendo que las estructuras de integración existentes al asumir el poder en 1999 respondían a las necesidades de las potencias hegemónicas durante la Guerra Fría, creó instituciones propias con el apoyo de líderes latinoamericanos que ostentaban el poder para la época.
La Celac, la Unasur y el ALBA-TCP le han permitido a la región concentrarse en sus propios intereses, para bien de sus pueblos, dando prioridad a la paz en la región, y en lo interno de cada país.
A lo largo de la historia solo los intereses externos se han beneficiado de los conflictos locales, aprovechando la debilidad del momento para alcanzar sus metas, que son el manejo de los recursos naturales en condiciones contrarias a las necesidades de las grandes mayorías.
Para lograr y mantener la paz interna, las políticas redistributivas de riqueza son necesarias y vitales, sobre todo cuando el nivel de ingreso ha bajado estrepitosamente en la Nación, debido al desplome de los precios en los hidrocarburos.
Solo contando con estabilidad se pueden emprender políticas de industrialización en nuestra Nación, a la que se le asignó históricamente el papel de exportador de materias primas e importador de productos elaborados, y sobre todo alimentos.
Todo venezolano debe interiorizar que es fácil romper la paz del país, lo difícil es reconstruirla una vez fracturada, como lo demuestran el ejemplo de Irak, Libia, la República Árabe de Siria y los 60 años de guerra civil en Colombia.