Quedaron al descubierto los nuevos planes golpistas y Antonio Ledezma fue encerrado tras las rejas en un acto de justicia que tardó más de veinte años en llevarse a cabo.
Su gente “salió a las calles” a defender al político en cuestión, pero tales movilizaciones no dieron cuenta de otra cosa sino de una mínima capacidad de movilización en la oposición venezolana, o de la falta de verdaderas motivaciones contrarrevolucionarias en sus seguidores, lo cierto es que aquellas manifestaciones de descontento fueron escuálidas en forma y fondo. Aquél plan de golpe se les quedó frío y no hubo quien los ayudara a rescatarlo.
Los medios de comunicación privados quisieron manipular la información sobre el encarcelamiento de Ledezma para convertirlo en el nuevo mártir del régimen. Sí, correcto: quisieron llamar víctima a ese hombre vil que tantísimas veces atentó contra la seguridad, la soberanía y la vida misma del pueblo venezolano. Llamaron mártir a ese hombre cuya incapacidad para hacer gobierno ha sido directamente proporcional a su habilidad como calentador de silla y repartidor del erario público entre amigos y aliados burgueses.
No siento temor sobre el encarcelamiento de Antonio Ledezma y sus posibles repercusiones en el devenir nacional. Sincerada la situación del arribista aspirante a presidente, no queda más que seguir adelante, haciendo Revolución con un estorbo menos. Me preocupan, eso sí, detalles más lacerantes, pero casi invisibles, que revelan lo permeados que estamos de golpismo en los entes gubernamentales: en la avenida México de Caracas, en la sede del IARTES hay un cafetín que vende malta Polar, la botellita pequeña, a 35 bolívares. No solamente le hacemos el lobby a Mendoza, sino que, además, la vendemos con sobreprecio.