Pintar y pintar aunque sea con una tiza

Desnudos, un toro al acecho, paisajes, un conuco, un vivero, forman parte del hilo de vida de Jesús Villegas Pérez, un pintor bejumero de tendencia figurativa y que goza un puyero entre las luces y las sombras. Egresado de la escuela valenciana Arturo Michelena, piensa que la carencia de insumos no es obstáculo para el verdadero artista. “Si aquí hubiese una dictadura la gente no hiciera sancocho en las calles”, dice

___________________________________________________________

En los desnudos de Jesús Villegas Pérez aparece asomado, o puestos en algún lugar, la figura de un toro de cachos afilados. Es un animal de casta, negro y fornido, que encarna el erotismo. Por estos días Jesús espera concluir unos 30 cuadros que incluyen motivos eróticos con los cuales aspira a exponer en una galería de Colombia.

Su taller se encuentra ubicado en una esquina de la calle Anzoátegui, en Bejuma, estado Carabobo. Desde afuera, o desde la acera, con un vistazo se puede admirar el espacioso estudio en el que una gran cantidad de cuadros cuelgan de las paredes, entre ellos los de su esposa, Rosa Morales, una pintora “ingenua”. El recinto muestra el típico taller de un artista, con caballetes en uno u otro lado sosteniendo lienzos, recipientes de todos los tamaños dispersos en rincones o arriba o debajo de mesas. Un viejo ventilador espanta el calor del mediodía. En la mesa sobresale un aparato de radio medio parapeteado al que se le escapa cierto ruidito al sintonizar las estaciones. Sobre esta mesa pegada a la pared, en un pequeño marco, se ubica el retrato sin concluir de un hombre. Pinceles y rastros secos de colores sobre la tabla ocupan el resto del espacio.

Jesús Villegas Pérez cuenta que nació en Bejuma hace 59 años, y que de su familia ningún otro se dedicó a la pintura.

Relata que desde niño se la pasaba rayando hojas, que es una manera y un modo como muchos a edad temprana se van acercando al arte, haciendo dibujos, copiando lo que ven o dando formas a lo que imaginan. En la escuela lo ponían a hacer los pizarrones y con una tiza a pintar la cartelera.

Desde los trece años se inició en la pintura con Ramón Rivero, otro destacado pintor de Bejuma a quien le dicen “Ramón el Vago”. Ramón Rivero más o menos lo dirigía. A los 17 años se inscribió en la Escuela de Arte Arturo Michelena, en Valencia, de donde egresó en 1979 en la especialidad de Arte Puro, que tiene que ver con las artes plásticas, cerámica, pintura, grabado, litografía, serigrafía.

De su afición por la pintura señala que “ese don nace con uno”.

Siendo muy joven, todavía de estudiante, participó en el Salón Michelena, promovido por el Ateneo de Valencia.

“El trabajo mío se inscribe dentro de la tendencia figurativa. Yo obtuve tres premios de arte figurativo en el Salón Michelena, en el Ateneo de Valencia. Obtuve una beca para ir a México, pero no pude viajar. Esa beca la daban a noveles pintores de Latinoamérica, por cada país seleccionaban dos. En el Salón Michelena concursé para el premio máximo, pero según me dijo el presidente de entonces del Ateneo, yo estaba muy muchacho todavía. Tendría como 20 años. Perdí esa oportunidad de ganar el Michelena. De ahí para acá no participé más. Lo hice como seis o siete veces. Luego participé en colectivas, individuales. En salones oficiales muy poco he expuesto, porque ya uno pasó por ahí”, confiesa.

En Caracas expuso individualmente en la torre La Previsora, en la Alianza Francesa, en el Museo de Arte Contemporáneo en la exposición de artistas jóvenes que no pasaran de 35 años; era la época de Sofía Imber.

Jesús, quien por más de diez años junto a su esposa dictó talleres a los niños de Bejuma y ha enseñado a pintar en Montalbán, Miranda, Canoabo, pueblos de los valles altos de Carabobo, además está encargado del vivero utilizado por Conare en labores de reforestación. En su casa ofrece humus o tierra fértil y atiende una pequeña parcela en el sector El Chorro, donde cultiva café, cacao y otros frutos. En El Chorro también atiende una colmena de abejas.

“Aquí en la casa trabajamos hasta con el desaparecido Consejo Nacional de la Cultura. Ellos venían y nosotros preparábamos los cursos. En esta cuadra hacíamos las exposiciones. Cerrábamos la calle y llenábamos la pared con pintura, papel maché. En esa época trabajaba con mi esposa Rosa Morales. Ella es pintora ingenua. Dimos cursos hasta 2015, 2016. La alcaldía colaboraba cuando estaba Lorenzo Remedios. Ellos traían títeres, teatro, la música, los cotillones. Teníamos como cien niños, dábamos clases todos los días. Por aquí pasaron como mil niños en los diez años. Venían niños de Montalbán, Miranda, Canoabo. Era un taller. Los niños duraban el tiempo que ellos deseaban. Unos se quedaban dos años, tres. Aprendían bastante. Fue muy interesante”, señala.

Paisajista

En torno a la pintura reflexiona que cuando se egresa de una academia ya tienes las herramientas para hacer tu trabajo, es como construir una casa. Lo primero es echar las bases, luego vienen los bloques, las paredes, el techo. De la base parte el desarrollo del trabajo creativo, sin embargo, es necesario no quedarse únicamente en lo académico, aunque la cuestión teórica es básica, porque sin el conocimiento, se avanza como a ciegas.

“Yo he notado que hay pintores que carecen de técnica porque no tienen la parte académica, entonces se cierran en un círculo o terminan haciendo pintura abstracta, porque no tienen las herramientas conceptuales necesarias. Tienes que conocer lo concerniente al dibujo, las líneas, la perspectiva, el claroscuro, el equilibrio y teoría del color. Llega un momento en que lo académico queda relegado como en un segundo plano, al final, lo que predomina es la parte creativa, que es lo más importante”, dice.

Sobre la exposición en Colombia señala que ya tiene unas doce obras listas.

“Yo trabajo, por ejemplo, si voy a hacer una exposición de arte erótico, uso los símbolos eróticos, los voy desarrollando. Me dedico al motivo del trabajo que se plantea. En este sentido está el toro como símbolo de erotismo, símbolo de machismo. Los gallos que también tienen que ver con el erotismo”, confiesa.

¿No le atrae el paisaje?

-Yo fui paisajista. Trabajé con paisaje impresionista y me gusta mucho pintarlo, pero mi paisaje es totalmente diferente, no es el convencional, trato de integrarlo a mis búsquedas. Uno no puede escaparse del paisaje, estamos atrapados en la propia naturaleza y en las vivencias, los recuerdos, los sueños. Es muy difícil que uno se escape de eso; forma parte del trabajo. Ahora estoy trabajando con muchos desnudos. La galería en Colombia trabaja con desnudos, entonces estoy en esa tónica.

-¿Y los caballos?

-También. Estoy integrando caballos con toros y figuras desnudas. Hice una serie de carruseles, que son muy interesantes. Luego fui desarrollando y me fui metiendo con los toros, las mujeres. Como es algo figurativo está presente.

Gozar un puyero

Antes en Bejuma pintaba en las calles, pero refiere que el problema de pintar en la calles es que se agrupa mucha gente. Llega un gentío, pero la pintura exterior le apasiona.

“Me gusta mucho el paisaje porque juegas mucho con las luces, las sombras. Cuando conoces la luz y las sombras gozas un puyero, juegas con los colores, los verdes, los azules, las luces. Lo disfruto mucho y me sirve como una terapia. Ejercitas los colores. Acostumbro hacerlo en vacaciones. Me voy para la parcela, me llevo el caballete, los colores, los instrumentos. En mi parcela en El Chorro tengo sembrado café, cacao, aguacate. Yo trabajé con escultura en la escuela de arte en lo que se llama la Piedra de Cumarebo, que hay de diferentes colores, te trabajé también en yeso, con resina. Hice tallas con madera. Dominas todo las técnicas, los materiales. Lo que pasa es que después escoges por dónde es que vas a ir, a mí me gusto mucho la pintura. Yo, por ejemplo, ese toro puedo integrarlo a una escultura. Es una forma de desarrollar un trabajo que lo puedas representar en pintura, escultura, cerámica”, explica.

Detalla que incursionó en las diversas formas de artes visuales, pero al final se quedó con la pintura. Antes dibujaba mucho. Participó en el Museo de Maracay en subastas, cuando estaba vivo Pedro León Zapata, pero con dibujo.

“Hice trabajos sobre San Rafael (patrón del pueblo) pero no el comercial, sino integrado a una obra de arte. Me ocupé de trabajos en Valencia, en el palacio de Los Iturriza, pero siempre uno plasma ciertas cosas del pueblo de uno; se deja algo, o algún personaje.

-¿Qué dice de Bejuma como pueblo?

– Para mí es el más bonito de Venezuela: un pueblo tranquilo. Y no digo solamente Bejuma, lo digo de todo el país, somos un país bello y hermoso, libre. Lo confiesan los europeos, que cuando vienen para acá dicen que no hay como Venezuela. Yo si salgo afuera será para exponer. Del resto muero en mi país.

Muchos dicen que aquí hay una dictadura...

-Así dicen, yo no lo creo. Yo soy libre. Si hubiese una dictadura la gente no hiciera sancocho en las calles.

De Bejuma, con su clima fresco, mañana de neblina y noches estrelladas, resalta la tranquilidad, las calle arboladas. Luego se extiende en elogios.

“Es un pueblo con muchos árboles. Es hermoso. La gente dura mucho, será por la vegetación, el clima. En las ciudades con contaminación, ruido, las personas tienden a envejecer más rápido, mientras que aquí hay tranquilidad y paz, para mí que soy artista me favorece mucho. Nos favorece por la tranquilidad en las noches, para uno pensar, pintar. Yo pinto de noche. Y si no tengo sueño, bebo café y me pongo a trabajar hasta que me de sueño. Uno tiene que hacer como hacían Picasso o Salvador Dalí, que tenían casas inmensas y en cada habitación tenían una caja de creyones, lápices, carboncillo; siempre estaban produciendo. Yo tengo mis cosas en el cuarto, me llega una idea y ahí mismo arranco”, sustenta.

Como muchos pintores, Jesús Villegas debe afrontar la dificultad de estos tiempos para obtener materiales e insumos de calidad, aunque todavía conserva algunos oleos franceses, españoles, holandeses, que todavía le quedan.

Aunque muchos materiales son de baja calidad, la carencia de insumos no representa obstáculo para el verdadero artista. Basta algo con que pueda rayar: creyones, pintura de aceite, incluso una tiza.

“El artista no debe frenarse”, asienta, “es algo que está adentro, es una necesidad interior, tiene que hacerlo de alguna manera; esto está contigo, naciste con eso. Lo que el artista busca es expresarse sin ningún temor. Nunca he trabajado con presión. Me gusta quedar conforme y sentir que el trabajo está bien hecho. El arte no es soplar y hacer botella. El arte para mí es historia, un sentimiento, una expresión, una crítica para el mundo. Aquí en esta zona hay muchos artistas, o pintores ‘naif’, ingenuos, académicos son muy pocos, pero hay pintores autodidactas que son muy buenos. Mujeres. Ha bajado bastante lo que concierne a las exposiciones, pero los artistas siguen trabajando”.

T/ Manuel Abrizo
F/ Redacción CO
Caracas