Por Néstor Rivero|Platón y los mejores (Opinión)

El aserto de Platón según el cual toca a «los mejores» las posiciones de mando en la sociedad, no pasa la prueba de acuerdo a la experiencia venezolana.

Los hombres más «cultos», los del discurso más acabado sobre la problemática histórica y los modos de insertar al país en la modernidad -Manuel Felipe de Tovar, Pedro Gual y Fermín Toro- dirigieron entre 1858 y 1859 la Nación con Julián Castro, y luego depusieron a éste para asumir directamente las riendas del Estado hasta 1861, teniendo la oportunidad de diseñar una propuesta constitucional, y lo hicieron, logrando su aprobación en la Convención de Valencia presidida por el notable orador Toro.

Sus desaciertos y la desconexión de sus ideas con la áspera realidad de atraso y latifundio -que por otra parte les tenía como sus directos beneficiarios-, aunado ello a la carga de retaliación y persecuciones iniciada contra el Partido Liberal, llevó al país a la Guerra Federal. Serían desalojados de los capítulos de la historia del poder político en Venezuela por el golpe de Estado de José Antonio Páez y Pedro José de Rojas.

Así, «los mejores» en aquellos días, como otras veces, culparían de su fracaso a una nación que «no los entendía», sin admitir que sus aristocráticos prejuicios para ver el mundo les impidió captar los nudos de esa Venezuela profunda -la masa de peones enfeudados, artesanos de la ciudad y población excluida- que se movilizaba detrás de Ezequiel Zamora, reclamando otro programa que el del disparo, la reacción armada y la descalificación con epítetos de «gavillas» o expresiones como «los galos se acercan al Capitolio», que continuamente endilgaba la prensa conservadora de Caracas al pueblo en armas de la Federación.

Experiencias de académicos gobernando a Venezuela pudieren retrotraernos al periodo de Juan Vicente Gómez, con sus letrados positivistas, encabezados por el meritorio historiador José Gil Fortoul. Y más recientemente la meritocracia que impuso en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, el llamado ‘paquetazo’. Y quienes en el segundo lapso del doctor Rafael Caldera , implantaron políticas de privatización de Pdvsa, y condujeron el precio del petróleo a siete dólares por barril.

No siempre -y casi pudiera decirse que muy pocas veces- «los mejores» cumplieron la función histórica de rectoría moral y entereza social para dar reorientación al país.

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