Plaza San Jacinto albergará el Museo de Caracas

La manzana que va de San Jacinto a Traposos obviamente pertenece al casco histórico caraqueño, por lo tanto es una cuadra muy importante para la historia de la ciudad, tanto es así que en ese espacio está ubicada la casa natal del Libertador, señala Guillermo Durán, actual cronista de la ciudad de Caracas.

Precisamente, a principios de esta semana, esa cuadra de la que habla el cronista se vio estremecida por una orden de desalojo emanada de la alcaldía de Caracas. La orden afectó a varios negocios, entre ellos el restaurante La Atarraya, tiendas de piñatas, de venta de bolsos y maletas, ventas de caramelos, tiendas de reparación de calzado. A los ocupantes o arrendatarios se les dieron 24 horas para que sacaran la mercancía.

Según reportes de prensa, se trata de una decisión sustentada en el Decreto N° 0030 de fecha 19 de abril, publicado en la Gaceta Municipal 4303-1. Con este instrumento se propone retomar el proyecto de desarrollo cultural, turístico y socioeconómico del casco histórico de Caracas. Este proyecto cuenta con el apoyo y el visto bueno de la alcaldesa Érika Farías, así como de la jefa del Gobierno del Distrito Capital, Carolina Cestari.

A quienes regentaban o administraban los negocios se les entregó la siguiente comunicación: “Todas aquellas personas que se crean con derecho de propiedad sobre siete inmuebles ubicados entre las avenidas Sur 1, equina de San Jacinto a Trasposo, con Pasaje Linares de la avenida Universidad, en las adyacencias de la plaza El Venezolano, presuntamente propiedad de José Fuscaldo, sucesión Manuel José Fuentes Gilly, Inversiones Champiñac 18 C.A., Venezuela Investiment Holding S.A., Francisco Fuscaldo y Fralumar S.A., fueron declarados expropiados por causa de utilidad pública o social y ocupación temporal”.

Funcionarios de la alcaldía de Caracas y del Gobierno del Distrito Capital se encargaron de hacer cumplir el decreto.

Aunque el decreto se refiere a siete inmuebles, se habla al menos de 19 locales afectados. El restaurante de comida criolla La Atarraya cerró sus puertas inmediatamente. Ayer en la mayoría de locales remataban la mercancía; algunos hicieron saber su disgusto pegando papeles en las puertas e invocando el derecho al trabajo.

La piñatería ubicada al norte, en el costado derecho de las edificaciones, fue objeto de una medida de decreto de bien de interés cultural, de fecha 9 de agosto de 1979. Y el conjunto San Jacinto fue declarado Bien Cultural de la Nación, el 11 de marzo de 1999, de acuerdo con la Gaceta 36762.

En la zona circulan rumores, comentarios y hasta especulaciones sobre cuál será el destino del conjunto edificado y el alcance del proyecto de “desarrollo cultural, turístico y socioeconómico del casco histórico de Caracas”, mencionado en el decreto.

En la oficina de Fundapatrimonio, órgano dependiente de la Alcaldía de Caracas, dijeron desconocer cuál sería el destino final de los locales y nos remitieron a la oficina de Parques y Jardines, en la que su vez nos recomendaron ir a la oficina de Obras y Proyectos, cuya directora estaba en los actos inaugurales del Festival de Teatro de Caracas, que comenzó ayer viernes.

Sin embargo, una fuente de la alcaldía confesó al Correo del Orinoco que existe la propuesta de montar allí el Museo de Caracas, ya que la ciudad no cuenta con un espacio dedicado a recoger su memoria histórica, su evolución, sus objetos y otros aspectos de interés. Este proyecto cuenta con bastante peso, ya que permitiría mudar las maquetas del Museo Santana, ubicadas en un salón de la Alcaldía, al nuevo espacio y reunir en un solo lugar la Caracas afectiva, precisamente al frente de la casa que vio nacer al Libertador Simón Bolívar, el más grande de sus hijos.

“Esa es la propuesta que he escuchado, pero si lo sé, no me acuerdo…”, dijo el funcionario.

Plaza El Venezolano

Las referencias históricas mencionan que en 1825 un acta de la municipalidad de Caracas dispone erigir en San Jacinto una estatua en honor a Bolívar, en ese lugar cercano a su casa natal. Sin embargo, la propuesta nunca se concretó.

El cronista de Caracas, Guillermo Durán, manifiesta desconocer cuál será el proyecto que se ejecutará en los locales de San Jacinto y se muestra cauteloso con respecto a emitir opiniones sobre la expropiación de los negocios por temor a tergiversaciones e incluso manipulaciones de cierta prensa.

En cuanto a la plaza y su entorno colonial refiere que lo único que queda en pie es la llamada “Torreta”, estructura que perteneció a la iglesia de San Jacinto.

Señala que desde el siglo XVII el ayuntamiento cedió un solar bastante grande a los padres capuchinos para la edificación de un convento, que estuvo allí hasta que el Gobierno de la Gran Colombia mandó a cerrar todos los conventos de Venezuela, medida que ejecutó de manera definitiva Guzmán Blanco al llegar al poder en 1870.

Indica que hacia 1809, el ayuntamiento con la idea de que de lo que hoy es la plaza Bolívar, que era la plaza mayor en ese entonces, se pudiese sacar el mercado insalubre que estaba allí, propuso mudar ese mercado. Se creó una mercado de verduras en la plaza de Altagracia; otra parte del mercado se fue para San Pablo, donde está la plaza Miranda ahorita, y la otra fue llevada a San Jacinto.

La instalación del mercado en San Jacinto, con sus múltiples puestos de verduras, molestó a los padres capuchinos, quienes alegaban que el convento era para la reflexión, el reposo y los rituales católicos y que el mercado hacía mucha bulla. Sin embargo, el ayuntamiento tenía la potestad de hacer en ese lugar lo que consideraba de interés público y por lo tanto el mercado continuó allí.

“Cuando se extinguen los conventos en 1828, con la Gran Colombia, lo que va a prosperar es el mercado. En tiempos de Guzmán Blanco se comenzó la búsqueda de la modernización de Caracas y en esa modernización cabe hacer un mercado como se hace un hospital. Allí, en San Jacinto, se emplaza un mercado moderno con una estructura de acero que se va a traer de Bélgica. Alejandro Chataing era el ingeniero encargado de esto. El mercado permanece en el lugar hasta más o menos 1950 y tanto. Luego la estructura es llevada al mercado municipal de Catia, avenida Sucre, donde está actualmente”, cuenta.

Del mercado de San Jacinto comenta que era muy folclórico, singular, lleno de escenas pintorescas.

El reloj de sol de la plaza, atribuido al naturalista Alejandro de Humboltd, fue colocado en 1808, por disposición del general Ibarra.

Relata el cronista que en la plaza San Jacinto, Guzmán Blanco durante su Gobierno coloca un monumento a Antonio Leocadio Guzmán bajo el nombre de “El Venezolano”, como reconocimiento a su padre, quien había sido el redactor del periódico El Venezolano. Desde esa época, la plaza San Jacinto también se conoce con el nombre del periódico.

En los años 50 del siglo pasado, la estatua de Antonio Leocadio Guzmán se llevó a la Cota 905 y por eso se dice, por error, que la Cota 905 es la avenida Guzmán Blanco, cuando la estatua es del padre, Antonio Leocadio.

Guillermo Durán indica que el conjunto de edificaciones asentadas al costado sur de la plaza San Jacinto se pueden englobar urbanísticamente dentro de famoso Pasaje Linares, de Juan Ernesto Linares, quien era un empresario y mecenas de la ciudad de Caracas. Linares está asociado a cierta transformación de la zona.

“Linares construyó una serie de comercios; todavía quedan algunos de ellos. En tiempos de los alcaldes Freddy Bernal y Juan Barreto (alcalde mayor) se hizo una restauración, al lado de la esquina de Traposos, del local donde funcionaba el Hotel El León de Oro, edificación que en su época permitió suplir la carencia de este tipo de establecimientos en una ciudad de pensiones y hospedajes. Una de esas casas viejas que se va a convertir en hotel es el León de Oro, donde van a hospedarse personalidades y gente de negocios. Con el tiempo dejó de ser hotel y se convirtió en restaurante.

Agrega el cronista que la torreta, todavía en pie, era el campanario de la iglesia. El convento de los capuchinos data de la segunda mitad del siglo XVII. La iglesia se cayó a causa del terremoto de 1812. Cuando se construyó el mercado, el área prácticamente estaba en ruinas.

Durán confiesa que de Caracas, desde el punto de vista histórico, todavía “queda mucha tela que cortar”. De allí que un grupo de profesionales calificados, historiadores, lo acompañan en la tarea de asumir la historia capitalina de una manera académica, científica, que permita, además de los aspectos folclóricos, pintorescos, abordar los grandes y complejos problemas caraqueños.

Señala que la coyuntura actual de dificultad económica ha impedido publicar una serie de obras de investigación, aunque en su caso personal ya acumula cuatro o cinco libros publicados.

“Estamos ante la alternativa de contar con una página digital, pero no es mucho pedir que la ciudad de Caracas cuente con el respaldo físico de sus obras de investigación, porque no todo el mundo va a la página web, me refiero al caraqueño de cierta edad, que le gusta ojear los trabajos, meterlos en un anaquel o incluso rayarlos y ponerles anotaciones para recordarse. La memoria traiciona con los años”, dice.


Deterioro patrimonial

Entre los males que se le achacan a quienes ocuparon los locales de la media manzana urbana adyacente a la plaza San Jacinto, están que nunca se preocuparon por conservar las edificaciones declaradas bienes patrimoniales por el Estado venezolano, máxime cuando se ubican en una zona de gran trascendencia histórica para la ciudad de Caracas. Al frente, al lado de la calle empedrada, está la casa natal de Simón Bolívar. Más arriba, el héroe pronunció su famosa frase “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, durante el terremoto de 1812.

Las paredes de los locales muestran deterioro e incluso hay monte en la parte superior. De los patios interiores se asegura que están peor. Nunca se preocuparon por arreglar las fachadas.

Algunos de estos negocios, como las tiendas de piñatas, han sufrido incendios. Hay especulaciones sobre si estos siniestros fueron provocados para cobrar el seguro. El 22 de diciembre pasado, uno de estos locales ardió en llamas.

Una mujer en el Museo Bolivariano justifica el decreto de expropiación debido a la majestad del lugar. De los locales se genera basura, por las aceras circulan vehículos motorizados.

Del restarurante La Atarraya, mencionado por ciertas personas con nostalgia, se indica que es un lugar carísimo. Dos empanadas y un refresco, el combo, lo venden en 300 mil bolívares. Las piñatas, ahora a precios de remate, cuestan 300 mil, la más económicas, hasta montos de seis cifras.

“¿Y el palo?”, pregunta una mujer. “No vendemos palos”, le dice la dependienta.


T/ Manuel Abrizo
F/ Archivo CO
Caracas