Por Jan Carlos Pernía|Ataques (Opinión)

Tenemos que hacer memoria de los acontecimientos acaecidos en nuestra Patria, y para mejor rememorarlo, se hace menester mencionar algunos momentos de estas últimas dos décadas, en los que nuestra República ha sido objeto de ataques sistemáticos y golpes de Estado.

Comenzando por el proceso constituyente originario, que planteó el comandante Hugo Chávez Frías en su candidatura, y que cumplió una vez envestido y proclamado como Presidente de la República, convocando inmediatamente al poder originario a una Asamblea Nacional Constituyente mediante Decreto Presidencial, que fue duramente atacado por el mantuanismo moderno a través de una demanda de nulidad interpuesta por Gerardo Blade, del partido Primero Justicia, y el jurista Allan Brewer Carías; lo que de cierta manera, retardó temporalmente el proceso constituyente.

Posteriormente, cuando se logró iniciar el proceso constituyente, la oligarquía criolla no desperdició oportunidad para hacerse de una representación política significativa en la Asamblea Nacional Constituyente, que en ningún momento dejó de trabajar para sus propios intereses y los de sus amos del Norte, dejando ciertos gazapos en la Carta Magna.

Sin embargo, logramos hacernos de una novísima y avanzada Constitución, ley de leyes y norma supra, la más avanzada del continente, aprobada en 1999.

No obstante, pasaron dos años cuando el 11, 12 y 13 de abril de 2002, con una planificación milimétrica, la derecha desarrolló un nuevo formato para derrocar al presidente Chávez: paros generales, una marcha hacia Miraflores, funcionarios de la extinta Policía Metropolitana de Caracas, un Alcalde que apoyó abiertamente el golpe, el Alto Mando Militar y un despliegue comunicacional impresionante de los medios locales alineados con los intereses del Pentágono en la región; finalmente, lograron consumar un golpe de Estado.

Sacaron del Palacio de Miraflores a un Presidente humanista y carismático, lo apresaron y dijeron al pueblo que había “renunciado” voluntariamente, lo que constituía falta absoluta de acuerdo con la Constitución, y dejaba un vacío de poder. Por 47 horas, Pedro Carmona Estanga -“El Breve- desarrolló un gobierno de facto, junto con su gabinete apócrifo y sus acólitos. Pero no contaron con el pueblo que se movilizó el 12 y el 13 de abril. La confusión pasó, el Presidente retornó y con él la esperanza.

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