En medio de la ofensiva económica de la Revolución Bolivariana, teniendo al frente a nuestro comandante obrero Nicolás Maduro, nos encontramos con una burguesía parasitaria, aliada con las cúpulas de los partidos políticos tradicionales y con el imperialismo de Estados Unidos, en el afán de derrocar el Gobierno Bolivariano y con ello, desmontar las políticas de redistribución de la renta petrolera que tanto han beneficiado al pueblo, estamos hablando de casi el 70% del presupuesto nacional, dirigido a garantizar la suprema felicidad social.
Cada uno de estos factores con sus propios intereses, la burguesía parasitaria nacional, acostumbrada a financiar sus viajes a Miami, sus lujosos carros, joyas y modas como en la IV República, a través de la apropiación de la renta petrolera, revendiendo lo que se produce afuera, sin invertir ni un centavo en el aparato productivo del país.
Por su parte, los partidos políticos, como AD y Copei, que implementaron leyes flexibles para exonerar prácticamente de impuestos a las empresas extranjeras por extraer el petróleo nacional, y se convirtieron en los secuaces de la Casa Blanca, para el resquebrajamiento de la OPEP, y el abaratamiento de los precios del petróleo a escala internacional, para ofrecerlo como se dice popularmente a precio “de gallina flaca” a cambio de acuerdos económicos por debajo de la mesa, llenando sus bolsillos y abultando las listas de políticos nefastos comprados en América Latina, por el imperialismo para apoderarse de nuestras riquezas naturales.
Sin dejar de mencionar, el nuevo adequismo representado en Primero Justicia, que ha financiado sus candidatos y campañas a través de la corrupción (caso PDVSA) extorsión (caso Juan Carlos Caldera y el caso del papá de Henrique Capriles) o el Partido Un Nuevo Tiempo, en el que su principal líder Manuel Rosales, se dio a la fuga, al mostrarse los casos de corrupción en los que se vio vinculado (compra de fincas y relojes con recursos de la Gobernación del estado Zulia).
Ninguno de estos factores, acepta y aceptará jamás la continuidad de la Revolución Bolivariana y agudizarán cada vez más sus planes fascistas que han sido derrotados en primera instancia pero que no han descartado los sectores más extremistas, y arreciarán la guerra económica al proponerse elevar la inflación a tres dígitos para el 2015, y sabotear la producción nacional.
Ante esto, hoy más que nunca, se hace necesaria la unidad del pueblo y de su juventud, por encima de las fallas y debilidades internas; de incorporarnos todos en la batalla económica y, de centrarnos en tres objetivos fundamentales: elevar la producción, garantizar el abastecimiento y velar por los precios justos.