Por Marcelo Barros|Chávez y Bolívar (Opinión)

En esta semana se cumple un año de la partida del presidente Hugo Chávez, comandante supremo de la Revolución Bolivariana, hacia Dios. Es aún muy poco tiempo para que se pueda comprender la dimensión exacta de todo lo que el presidente Chávez representó para Venezuela, para América Latina y el mundo. Sin duda, en estos días muchos analistas, mucho más competentes que yo resaltan la importancia que tuvo Chávez en rescatar la herencia de Simón Bolívar y cómo él supo proponer una actualización de ese camino de liberación y justicia para Venezuela y para todo el continente.

Para los movimientos sociales de todo el mundo, Chávez hizo una obra muy relevante. En un momento histórico en que el socialismo estaba reducido a la caricatura que algunos gobiernos europeos han representado, Chávez logró restituir un espíritu a la causa socialista y devolvió la dignidad a la lucha social y política de los oprimidos. Reveló por toda su acción que, de hecho, “un nuevo mundo es posible” y urgente.

A las mujeres y los hombres creyentes en Dios, en las más diversas tradiciones espirituales, el presidente Chávez confirmó no solo que es posible ser creyente y revolucionario, sino además que la revolución puede ser una obra de amor solidario. El proceso bolivariano es un signo, aunque imperfecto y parcial de lo que los evangelios llaman el proyecto divino en el mundo, o sea, el reinado de Dios.

En la década de los años 60, Dom Helder Câmara, obispo brasileño y profeta de los pobres, afirmaba: “El Capitalismo es esencialmente malo e injusto, aunque pueda manifestar algunos aspectos buenos. Al contrario, el Socialismo es estructuralmente bueno y justo, aunque pueda presentar aspectos donde se presenta destorcido”. Actualmente, el proceso bolivariano es el rostro latinoamericano y democrático del socialismo para el siglo XXI. El presidente Chávez fue quien nos introdujo en ese camino en su lucha contra el imperialismo estadounidense, en su incansable esfuerzo para unir todo el continente en una única Patria Grande y en su profunda opción de promover la vida y la dignidad de los hermanos más empobrecidos.

En los evangelios Jesús dijo que por los frutos conoceremos los árboles. Los organismos internacionales de la ONU reconocen que la República Bolivariana de Venezuela fue el país de América Latina que más logró disminuir las desigualdades sociales, superar el hambre, vencer el analfabetismo y manifestar a todos la dignidad de cada ciudadano. Hoy cada venezolano puede tener orgullo de su país por la vocación de cuna de la libertad latinoamericana que Bolívar y, en nuestros días, el presidente Hugo Chávez le otorgó. ¡Viva el pueblo venezolano y la Revolución Bolivariana!

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