Por Marcelo Barros|La dignidad de quien trabaja (Opinión)

Un día de fiesta es siempre bueno. Cuando cae en un viernes, como el 1º de mayo de este año, mejor, ya que permite que tengamos un fin de semana largo. Sin embargo, el “Día del Trabajador” tiene otra vocación. En todo el mundo debería ser una fecha para que las trabajadoras y los trabajadores pueden hacer oír su voz en el mundo.

Infelizmente, la sociedad capitalista se hizo tan dura que los sindicatos se han fragilizados. En algunos países, la posibilidad de desempleo es tan fuerte que quien logra mantenerse en el trabajo, ya es considerado privilegiado. Las empresas son más rentables en la medida que pueden dimitir funcionarios y reducir salarios. Los gerentes llevan la competitividad a un límite extremo. Estipulan metas casi inalcanzables y provocan en las personas una permanente inseguridad.

En algunas regiones de Brasil, en plantaciones de caña de azúcar, los campesinos llegan a morir extenuados en medio de jornadas inhumanas de trabajo. Hasta en el sector bancario mucha gente sufre depresión por las exigencias de sus patrones. Una encuesta revela que, en todo el mundo, millones de personas sufren de depresión provocada por sobrecarga de trabajo.

Recientemente la prensa denunció que Andreas Lubitz, copiloto de la compañía alemana Germanwings, que se mató llevando consigo a 149 personas, sufría de depresión. Lo que la prensa no habló fue que, por detrás de la depresión del piloto, estaba también la angustia y el miedo a perder el empleo. Leonardo Boff escribió sobre eso y concluyó: “El suicidio pertenece a la tragedia humana que siempre nos acompaña, pero no podemos aceptar que la sociedad sea organizada de una forma tan cruel que lleve las personas a la desesperación y al suicidio”.

Es necesario que este 1º de mayo retome su vocación de ser un grito a favor de la dignidad del pueblo trabajador. Esa meta solo es viable en otra forma de organizar el mundo. El proceso bolivariano ensaya eso. Cada vez más, en todo el mundo, amplios sectores de la sociedad civil y de los movimientos sociales organizados se han manifestado por “un otro mundo posible”.

Es importante que las religiones apoyen ese camino profético por cambios estructurales en la forma de organizar la sociedad. Es necesario superar el individualismo, transformar la competencia inhumana en colaboración fraterna y retomar con fuerza la convicción que la economía es para servir a la vida de todos y no al interés de una elite.

Para quién es cristiano, la dignidad del trabajador no tiene precio. Es expresión de que todo ser humano es hija e hijo de Dios y debe ser respetado como ciudadana/o de su reino.

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