El miércoles pasado se consumó el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff, acto sedicioso de la derecha neoliberal de Brasil, que pone en riesgo toda la estabilidad política del continente.
Lo que ha sucedido es muy grave, no solo por la ilegalidad con la que actuaron quienes destituyen a una Presidenta electa con el 54 por ciento de los votos, sino porque imponen a un presidente que aplica una política económica antipopular, que no fue por la que votaron los brasileños mayoritariamente en los comicios de 2014.
No cabe duda en cuanto a que la derecha solo esperaba el momento propicio para dar un zarpazo a la democracia brasileña. No hay que olvidar que la última dictadura militar sanguinaria azotó a Brasil por 20 años, y que fue, precisamente, Dilma Rousseff, una de las mas aguerridas combatientes que se levantó dignamente contra el oprobio de los gobiernos dictatoriales, sufrió horribles torturas, cárcel, persecución.
Cabe decir que no es ninguna sorpresa lo que ha pasado, ya la poderosa mediática brasileña e internacional se habían encargado de crucificar a Dilma, de acusar a Lula y de preparar las condiciones para la ilegalización del Partido de los Trabajadores (PT).
Pero, también hay que decir que la dirección revolucionaria brasileña, al parecer, no supo comprender que la acción de los medios de comunicación, dominados totalmente por la derecha, debía ser derrotada en todos los terrenos si se quiere preservar la democracia, porque no hay nada mas antidemocrático que la tiranía de las corporaciones mediáticas.
A partir de esta semana todos los países de América del Sur están en peligro: la estabilidad y los equilibrios políticos alcanzados hasta ahora se han roto, el proceso de integración está paralizado y la democracia ha sufrido un golpe artero.
¿Qué hacer en una situación como la presente? ¡Luchar hasta vencer!