Por Pablo Fernández B|Obama y Tamara (Opinión)

En días pasados, un conocido periodista entrevistó en la cadena Telesur a la diputada opositora Tamara Adrián, militante en el partido de Leopoldo López. La particularidad de la diputada (que no debería ser tal en una sociedad sin taras machistas y patriarcales) es su condición transgénero, desde la cual impulsó cierto activismo temático que le dio fama.

Sin embargo, sus expresiones vertidas en el programa pusieron en evidencia la profunda contradicción en la que puede incurrir una persona, marcada no por las condiciones de género a las cuales ha optado, sino por su definida pertenencia de clase desde la cual, sea transgénero o no, mira al universo con unos estereotipos y prejuicios que le impregnan.

Nadie duda que Adrián haya enfrentado opresiones socioculturales de la ignorante clase media alta caraqueña. Pero está más que claro el abismo gigantesco entre ser una transexual pacata, a tener esa misma condición y venir de la exclusión racial y económica, tal como la sufre la mayoría de la población homosexual pobre. Alguien diría por ahí “las cosas no se ven igual taconeando la Avenida Libertador que viviendo en Prados del Este”. De ahí que no extrañe su militancia junto López, formado ideológicamente en lo más ultra del fundamentalismo católico.

Cuando el entrevistador leyó a la diputada Adrián las palabras que dirigió Yendri Velázquez (viuda de un militar ultimado en las protestas de 2014), a la esposa de López ( “…tú visitas a tu marido en la cárcel, yo en cambio tengo que llevarle un ramo de flores al cementerio”), la grotesca respuesta de la diputada se limitó a un “…tiene que pasar la página”, como si el dolor humano ante la barbarie tuviese la misma consistencia que el humo en pote que estos “personajes” arrimados a la política venden con sus discursos a favor de una fraudulenta amnistía.

Resulta inevitable no asimilar esa respuesta cargada de cinismo e inhumanidad, con la que en iguales términos le diera otro prominente ejemplo de contradicciones, Barack Obama, a los cubanos bloqueados criminalmente por 60 años o al pueblo argentino en su inoportuna visita a ese país, en el 40º aniversario del golpe cívico-militar que Estados Unidos propició y apoyó.

“Hay que pasar la página” se convierte así en el deleznable y trillado eslogan de aquellos que desde las filas de la reacción (gringa o criolla, da igual) se niegan a la verdad y la justicia, desdeñando sistemáticamente de la historia y de sus responsabilidades en ella.

pabloefb@yahoo.com