El 20 de junio de 1825, encontrándose en Río Hacha, Nueva Granada, el canónigo José Cortés, fundamental prócer civil de la primera hora en el proceso de Emancipación de Venezuela y Suramérica, dirigió una comunicación al Gobierno de la Gran Colombia establecido en Bogotá, para dar a conocer la precariedad de sus condiciones materiales de existencia, declarando su estado de extrema necesidad
ITINERARIO
Cortés de Madariaga nació en Santiago de Chile en 1766. Tras viajar a Españaretorna en 1802 a la América. Por causa de violentas tempestades, la embarcación que le traía a Chile recala en La Guaira. Algunas versiones indican que el canónigo había afiliado durante su estadía en España, a un grupo masónico de Cádiz, vinculada a la Logia Lautaro organizada en Londres por Francisco de Miranda. En Caracas, se le asigna el templo de la Merced en la parroquia de Altagracia. Allí le toman los sucesos del 19 de abril de 1810, donde desempeña papel estelar para la deposición del Capitán General Vicente de Emparan.
PROTAGONISTA DEL DÍA
Si bien la conspiración que depuso a Emparan contó con el ímpetu de la juventud mantuana de Caracas, sectores ilustrados y la mayoría de los grandes propietarios –además de apoyo de miembros del clero, así como dentro de los cuerpos de milicia–, carecía de una voz que al encendido verbo uniese osadía política y el distintivo de legitimidad que concedía la sotana a cualquier revolucionario de los tiempos coloniales. Y esa voz fue Madariaga.
Al caer la Primera República en julio de 1812, el canónigo es apresado en La Guaira. Domingo de Monteverde le hace encadenar a Madariaga, para remitirlo junto a Juan Germán Roscio y cinco patriotas más a la Península, apellidándolos como “los Siete Monstruos” y principales causantes del trastorno de la Capitanía General.
Sin el canónigo no hubiese cuajado el desconocimiento de las autoridades peninsulares en la Capitanía General de Venezuela, al menos ese 19 de abril de 1810; pues para esos días Emparan mantenía con sus manejos y combinaciones, suficiente ascendiente sobre influyentes familias de Caracas e instituciones -como el clero, la Real Audiencia y la milicia-. Faltaba el “toque” del hombre resuelto con habilidad para dar el alegato preciso de por qué Emparan debía ser desconocido; y nadie mejor para ese cometido que José Cortés de Madariaga.
Y el movimiento del 19 de Abril, que cristalizó gracias al arrojo de Madariaga, abriría las compuertas para el proceso de emancipación y la eclosión de la generación subsiguiente a Francisco de Miranda y precursora: la de los hombres de acción y pensamiento que, representados en Simón Bolívar y Antonio José de Sucre recorrerían la mitad del continente para asentar el modelo republicano donde antes imperó la autoridad colonial.
HÉROES MENDICANTES
Circunstancia de la que no escapan algunos procesos de cambio radical, como fue sustituir en Nuestra América el orden doméstico colonial por el republicano, es el de “la revolución que, como Saturno, devora a su propios hijos”, como decía una frase en boga y que el Libertador llegó a citar.
Ciertamente, tras la culminación de la Gesta Magna, luego de las jornadas de Carabobo y Ayacucho, un meritorísimo grupo de patriotas de varias de las naciones recién constituidas -y quienes apostaron sus destinos a la causa emancipadora-, comenzaron a sentir los efectos del desconocimiento de antiguos correligionarios que ahora ocupaban las supremas jerarquías del Estado, y, por paradoja de la relación entre el poder y la moral, a vivir en una sociedad que les convertía en las víctimas de su institucionalidad. Y el fenómeno se hace palpable tras la muerte del Libertador Simón Bolívar en 1830.
En Perú, Rosita Campuzano, en Nueva Granada la familia de Camilo Torres y en Venezuela Juana Ramírez “La Avanzadora” y la manumisa Hipólita Bolívar. Y hasta la propia Manuelita Sáenz en Ecuador, llegarona confrontar grados de estrechez que por momentos rayaba en la penuria; mientras muchos de quienes escalaron las más elevadas posiciones en el nuevo orden republicano, se desentendían de cualquier compromiso moral, político o de solidaridad pecuniaria con estos ‘héroes caídos’. Entre otros motivos porque a muchos de éstos se identificaba con el Libertador, a quien se quería desterrar a toda costa , en los días de la desintegración de la Gran Colombia y la anfictionía regional. de la memoria de los pueblos.
Y José Cortés de Madariaga con su gesto de supremo arrojo de patria, el 19 de Abril de 1810, forma parte de este elenco de héroes a quienes la República desterró de sus nóminas. Madariaga falleció en Ríohacha, en marzo de 1826, olvidado por quienes entonces dominaban la política grancolombiana, cuya fractura definitiva se iniciaba por entonces en Bogotá y Valencia.