Por Loel Henríquez|La respuesta debe ser ¡Respuestas! (Opinión)

La decepción llega cuando la esperanza es amenazada de muerte y, ésta es lo único más fuerte que el miedo.

El pueblo venezolano ha venido demostrando constantemente que no teme a nada y que se llena de coraje y de imperturbabilidad para no perder de vista su objetivo y su meta.

Encuestadores opinan sobre un montón de cifras que son “sinónimo del sentir de la población”, pero éstos no tuvieran semejantes respuestas si la realidad que vivimos en el pueblo no fuera la misma que ellos viven.

Los encuestadores interpretan un sentir claro del pueblo, tomando en cuenta que es solo eso, una interpretación de una realidad indudable. Los encuestadores tienen mérito en estudios estadísticos y de análisis que sirven de referencia o indicadores que necesita algún cliente, pero si el cliente no existiera, no tendría sentido tal encuesta.

Así que es difícil guiar nuestros pasos, ideales y objetivos, solo por lo que diga un referente.

En Venezuela, hasta eso, se ha transformado en un negocio, ¿Cómo decirle al cliente lo que quiere escuchar? ¿Cómo decirle al cliente la realidad de una manera más sutil? Para eso solo hay que ser estratega y usar un poco la inteligencia, así que yo soy de los pocos que respetamos y que vemos a estos vivos momentáneos, desde las tribunas, donde permanece el pueblo.

Cómo cuantificar la decepción, cómo hacer lo mismo con el amor o con la ira, son mediciones subjetivas que sirven para seducir a sus seguidores más inmediatos y elevar su credibilidad para generar confianza e intentar dar una respuesta o propuesta que genere esperanza. Pero la esperanza tampoco es cuantificable.

Tenemos la pericia de bautizar con palabras adornadas lo que creemos, pero no lo que realmente significan; buscamos agradar de alguna u otra forma a quien esté en el poder para obtener una tajada de ello y emplearlo en intereses individuales, por más colectivo que nos los quieran vender.

Lo mismo han hecho con la burocracia. Palabra sinónimo de trámites interminables, de la burguesía más rancia y de todo el papeleo con que han manejado a toda una población por aquello que llaman “instrucciones y normas”. Las mismas de nunca acabar y que han mantenido al pueblo acrecentando su decepción que es el principio de este texto, ¡y que no se les olvide!

Hago énfasis en el último anhelo del comandante Hugo Chávez, para mi, su testamento hecho palabra: “Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría mi vida: Las Comunas, el Estado social de derecho y de justicia”.

Estas palabras del comandante Chávez surgieron de la necesidad de recuperar el rumbo que ya se estaba viendo perdido, por ello el título del “Golpe de Timón” que no es más que un viraje radical para recuperar ese rumbo que se creía perdido. Chávez por eso era un visionario, veía lo que a cientos nos costaría tiempo descubrir.

El presidente Nicolás Maduro ahora debe analizar este ajedrez, codearse de los mejores estrategas y evitar que del tablero chavista se sigan borrando cuadros necesarios para dar el “jaque mate” a nuestros enemigos externos e internos, sin bajar la guardia ni dejar de tomar en cuenta que este gobierno obrerista tiene su génesis en la ideología chavista, a la que el pueblo es totalmente leal.

No interpreten a quien realmente no sienten y conocen; del pueblo solo conocen eventos de gallardía, pero desde las pantallas o desde afuera que es más fácil opinar. Aquí siempre han estado los mismos, las mismas caras, los mismos votos duros, los mismos ilusionados y decepcionados; y todos ellos, a quien yo llamo los mismos, sabemos quién es quién.

Como decía Chávez: “¡Yo soy amigo de mis amigos!”.

@encapuchao