Por Jordán Rodríguez|Romper el velo del miedo (Opinión)

El asesinato de Robert Serra nos llena de dolor y rabia.

Los que tuvimos la suerte de conocerlo sabemos que Robert contaba con ese fuego del que el comandante Hugo Chávez nos hablaba, ese que lo hace a uno arder y no lo deja quieto hasta que tal vez lo consuma.

En su capilla ardiente miles lloraron durante horas sobre el féretro de un joven que era cercano, claro, altanero pero que sobre todas las cosas entendía la política como la ciencia de trabajar por y para el pueblo.

Por otra parte, también fue el día para que la oposición mostrara su naturaleza más profunda: el odio.

En redes sociales muchos celebraban, hasta a mis profesores de la UCV vi disfrutando el dolor de la terrible muerte como el criminal de mentalidad más retorcida; pero eso no sorprende, eso es lo que son, lo que representan, lo que desean para la mayoría de nosotros y nuevamente vienen a mi cabeza las dudas de si es posible construir un camino de diálogo y respeto con personas de tal calaña.

En la larga fila para entrar a la capilla el pueblo especulaba sobre las causas, sobre la escena del crimen, sobre el método utilizado por los cobardes asesinos.

Muchos me preguntaron, yo coincido con Ernesto Samper, la forma se pinta con muchas luces de práctica “paramilitar” y la rabia es mayor, ya que sabemos desde hace tanto la presencia de paramilitares en Petare y Catia, en San Antonio y Ureña del Táchira y hemos preferido callar cobardemente.

Espero que el asesinato de mi amigo Robert, quien en nuestra última conversación me pidió que me cuidara, sirva para abrir las puertas a la sinceridad y que ese sea el camino a la justicia.

Para que nuestro pueblo deje de especular, para que Robert no muera por nada y para que los miserables no logren su objetivo: hacernos temer por ser chavistas.

rodriguezjordan@gmail.com