Por Pablo Fernández B|Torre de David: un “Goliat” a derribar (Opinión)

El desalojo de los espacios ocupados en la Torre Confinanzas (mejor conocida como Torre de David), que viene impulsando el ministro Ernesto Villegas con su equipo de trabajo y por instrucción del presidente Nicolás Maduro, ha representado una experiencia muy significativa no solo desde el punto de vista de la recuperación de espacios en la ciudad, o de evidente dignificación de una población agobiada por el tema de la vivienda, sino como demostración de un estilo de gestión gubernamental que rompe con tradiciones autoritarias difíciles de deslastrar.

Dicho de otro modo, “sin tirar un tiro” y desde la capacidad manifiesta de diálogo constructivo y respetuoso, el compañero Villegas ha logrado lo que muchos consideraban un imposible, salvo que ocurriera por la fuerza: avanzar con el traslado a viviendas dignas de estos compatriotas y ayudar a desmontar, pedagógicamente, prejuicios intercomunitarios entre las comunidades receptoras y los mismos beneficiarios del traslado.

Desde que en el año 2007 familias afectadas por la crisis habitacional ocuparan ilegalmente la estructura, ésta se convirtió en un referente urbano desde el cual se construyeron varios mitos en torno a sus habitantes.

La estigmatización social, el prejuicio colectivo y la tendencia a criminalizar de forma generalizada a los habitantes de la Torre de David estuvieron presentes desde el primer momento, constituyendo una especie de gigante Goliat que hoy comienza a derribarse.

Los aumentos en la criminalidad que afectaba (y afecta) a la parroquia Candelaria (por cierto, de la que soy habitante) se le atribuyeron casi automáticamente a la presencia de los moradores de esa torre.

Sin embargo, éste que es considerado el barrio más alto del país, está ocupado por una diversidad de familias, trabajadores, algunos profesionales, mujeres, niños, ancianos, cuya única característica común es haber sufrido los embates de la pobreza o la dificultad sobrevenida y haberse visto obligados a usurpar un espacio para vivir.

Sin negar la presencia de algunos pocos elementos antisociales en dicha comunidad, lo cierto y comprobado es que allí habita gente que esta esperanzada por lograr una nueva oportunidad. Posibilidad de cambio y dignificación que llega gracias a que existe un gobierno revolucionario que ha puesto el tema social como prioridad innegociable de su agenda pública; y que asume la dimensión humanista por delante de cualquier otra visión o interés en esta materia.

pabloefb@yahoo.com