Guerras del pueblo de Néstor Rivero|Una nación extraordinaria (Opinión)

¿Es sensato aplicar a una nación en tiempos de revolución, sin riesgo de desmesura, el aforisma que José Martí escribiera al enterase del fallecimiento de Cecilio Acosta: “Todo el que posee en demasía una cualidad extraordinaria, lastima con tenerla a los que no la poseen”?

¡Claro! La sentencia es cabalmente aplicable a esta Venezuela bolivariana que, entre alegrías, convicciones y sacrificios, cada día reitera su vocación de construir un modelo distinto de mundo el cual, en los linderos de su tiempo histórico, afirma la búsqueda de mayor perfección o mayor suma de felicidad posible.

Y es en la visión de polis surgida del Renacimiento europeo con Pietro Bembo (autor de los versos “Oh tú, del mundo la más bella parte/(…) oh dulce, alegre, deleitosa tierra”, del pensamiento de la Ilustración y el prerromanticismo de Volney -quien sobre las ruinas de Palmira formula lecciones de humanidad- y en las ideas del socialismo utópico, en el que se inspira el sueño de convertir lo ordinario en extraordinario, lo injusto en justiciero. Allí cobra su aliento, como Anteo, el sueño posible de socialismo del siglo XXI.

El cometido enfrenta amenaza permanente de desestabilización y golpes de Estado, punto éste en que se debe insistir siempre, al alertar sobre el grado de crueldad del adversario -oligarquía local y el gran capital financiero y militar industrial y mediático imperial, que se impone en otras regiones con invasiones y ejércitos mercenarios-, cuando intenta desarmar la capacidad herética y rebeldía del pueblo bolivariano.

El territorio venezolano desde 1999 es el asiento de un experimento que hasta ahora pudo sortear todos los obstáculos, desde la asonada fascistoide del 11 de abril de 2002 y la desaparición física -¿provocada?- del comandante Hugo Chávez, hasta guarimbas, guerra económica y asesinatos selectivos.

Y, sin embargo nuestro pueblo, con sus sostenidas movilizaciones pacíficas de calle y apoyo político al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, mantiene encendida la llama de lo extraordinario, mostrando al resto del mundo que la entraña de nuestra sociedad contiene la suficiente energía transformadora, para garantizar que las fuerzas de la disociación y el crimen no podrán derrotar en ningún terreno la vocación de defensa por las mayorías, de sus derechos a la inclusión, ejercicio de democracia protagónica, una mejor educación y el avance a una economía post-rentista y productiva.

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