El sábado 2 de agosto cayó un intenso aguacero en Venezuela. Este año el verano se prolongó en el país causando alarma en los embalses nacionales. En especial los del estado Zulia y otras zonas como las del estado Guárico. Tal situación ha afectado el suministro de agua potable, el agua para la agricultura, y la potencia hídrica que provee al país de electricidad.
El presidente Nicolás Maduro, quien desde hace una semana viene condenando con fuerza chavista el genocidio que comete Israel sobre Gaza, llamó al país entero a manifestarse contra esa barbarie. Mientras que se solicitaba colaboración solidaria en alimentos, medicinas y ropa para las hermanas y y los hermanos de Palestina.
Millares de personas se echaron a las calles en las principales ciudades del país. Y mientras la lluvia caía a cantaros, los donativos fluían hacia la Casa Amarilla, sede la Cancillería.
Por otro lado, el Presidente anunciaba que nuestro país cobijará a niñas y niños palestinos en suelo de Bolívar mientras sanan de sus heridas físicas y psicológicas y luego regresen a su sagrada tierra, los que están llamados a ver libre, sin el sionismo asesino.
El mundo se ha ido alineando contra la criminal aptitud del sionismo.
Salvo los de alma cruel, los miserables de espíritu. Como los que redactaron y leyeron un comunicado en el que los voceros de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se lamentan de que el pueblo venezolano esté movilizado para ayudar con enseres, comida y medicinas a la chiquillería acosada por los asesinos que aprietan poderosas armas de fuego, desde Israel.
“Por sus obras los conoceréis”, dice la Biblia.