Pongamos nuestras barbas en remojo

Por: Carolina Escarrá G.

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El 28 de octubre será la segunda vuelta de las elecciones en Brasil, en la que se enfrentan dos bloques históricos, entre un fascista y un candidato del Partido de los Trabajadores (PT) apoyado por Lula, que expresan en su dicotomía igualmente el conflicto de la lucha de clases como expresión local de una situación internacional, donde Brasil es una pieza clave para ralentizar el avance de los países emergentes en la construcción de su nueva arquitectura financiera con alcance mundial, pero para poder lograr algo en la segunda vuelta se debe moderar el lenguaje y los proyectos en función de captar el apoyo de los candidatos y partidos que no pasaron de la primera, o del 20,3% del electorado que engrosó las listas de la mayor abstención desde 2002, y del 6% que se pronunció con voto nulo.

Así tenemos a un candidato de ultraderecha, fascista, homofóbico y misógino con 20 años en el Congreso, influenciado y acompañado por los banqueros y los representantes del agronegocio, que ha contado con el apoyo del aparato tecnológico de las élites que con la aplicación de big data, fake news y otras herramientas, va moldeando el comportamiento de la población votante en las urnas, pero sobretodo con una campaña anti-PT que han logrado identificar con corrupción en el imaginario colectivo, lo cual se ha visto reflejado en los resultados no solo de Fernando Haddad sino de candidatos legislativos como el caso de la ex presidenta Dilma Rousseff.

Rescato en el análisis, las “tres bombas de tiempo que ponen en peligro a Brasil” de Boaventura de Sousa Santos, en el que explica que Brasil tiene una sociedad extremadamente desigual desde la época de la colonia; unas Fuerzas Armadas que se mantienen “como último garante del orden político interno en cualquier momento definido por las FFAA como excepcional” y, la influencia política de “organizaciones de la sociedad civil vinculadas a los intereses económicos de Estados Unidos a través de los hermanos Koch”; advirtiendo el autor que estas bombas de tiempo se podrían detonar con Bolsonaro, aun cuando los gobiernos de Dilma y Lula estuvieron trabajando para desactivarlas con programas sociales, y vinculación a los Brics.

No obstante, Julio Escalona explica que esto demuestra que solamente con políticas sociales no se ganan elecciones, sino que se debe desarrollar la conciencia de la gente y que la derrota del PT se debe a que no hizo un serio trabajo de politización, no privilegió la política antiimperialista, ni la defensa de la soberanía, aunque hubo un éxito importante en logros sociales, y esto es “una seria advertencia para el proceso venezolano”, que nos hace pensar que cuando veamos arder las barbas del vecino, pongamos las nuestras en remojo y busquemos generar conciencia social para no perdernos.

cescarragil@gmail.com
Caracas