Por qué el hambre mundial en el capitalismo

Por: Germán Saltrón Negretti

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El hambre en el sistema capitalista globalizado se agravó con las transnacionales, no solo producen mercancías y prestan los servicios, mediante la explotación de la fuerza de trabajo sino también desigualdad, pobreza, paro, precariedad, exclusión, destrucción de la naturaleza, hambre y muerte. El capitalismo se expandió en el mundo de forma desigual. Los países imperiales crecieron y se vienen desarrollaron en detrimento de los países colonizados.

Desde el renacimiento y la época colonial, España, Portugal, Inglaterra, Holanda y los demás países europeos colonizadores se enriquecieron por la explotación de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo de las colonias con la consiguiente acumulación de capital. Desde el capitalismo mercantilista los países ricos y pobres son las dos caras de la misma moneda, del mismo sistema, que tiene carácter mundial, debido a su gran crecimiento y expansión. Nunca se ha producido tanta riqueza ni tanta pobreza y desigualdad al mismo tiempo, cientos de millones de personas continúan pasando hambre.

Esta situación ha culminado en la globalización actual, que se caracteriza principalmente por: una producción y distribución a gran escala, la apertura asimétrica de las economías regionales, la introducción de nuevas tecnologías, el protagonismo del capital financiero y transnacional, cuya ambición especulativa nos ha llevado desde finales de 2007 a una gran recesión, que han sufrido y están padeciendo principalmente las clases trabajadoras y populares de todo el mundo.

Desde la publicación del libro de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, donde nos explica con datos, las desigualdades económico-sociales desde el siglo XVIII hasta la actualidad, no han parado de editarse libros y estudios sobre este mismo tema, como lo han hecho Cáritas y Oxfam, donde se comprueba el aumento de la desigualdad en todo el mundo. Las rentas del capital siguen creciendo por encima de las rentas del trabajo.

Oxfam publicó en enero 2018, Premiar el trabajo y no la riqueza, con una muestra de 70.000 personas en 10 países y afirma «el año pasado, el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones alcanzó su máximo histórico. En este momento hay 2.043 milmillonarios (en dólares) en todo el mundo. El 82% del crecimiento de la riqueza mundial durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la del 50% más pobre de la población mundial no aumentó lo más mínimo” (pág. 8).

La desigual de la riqueza global se hace más patente cuando la acumulación de riqueza del 1% de la población mundial es mayor que la del 99% restante y que la riqueza de solo 42 personas es la misma que la de los 3.700 millones de los más pobres. Los dos tercios de toda esta riqueza acumulada, según Oxfam, proviene de herencias, prácticas monopolísticas, nepotismo y clientelismo. La contradicción entre capital y trabajo, se explica por la subsunción, la subordinación de los trabajadores a los capitalistas. Así, no es de extrañar que la media salarial mundial haya aumentado, entre 2006 y 2015, un 2% y la riqueza de los que más tienen en un 13%.

Los ricos continúan acumulando cada vez más y más riqueza, también por los bajos salarios, la conculcación de los derechos laborales y sindicales, las deslocalizaciones de sus empresas, la evasión y la elusión fiscales, utilizando los llamados paraísos fiscales a lo largo y ancho del planeta. Además intentan lavar su mala conciencia a través de sus fundaciones filantrópicas (gracias a las que se ahorran impuestos). En definitiva, hacen todo lo posible por obtener cada vez más ganancias a costa de la explotación de la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras, e incluso del trabajo esclavo e infantil, sin olvidar el trabajo de cuidados no remunerado, que ejercen las mujeres, sin el cual el sistema capitalista no funcionaría en absoluto. Por tales motivos, en Venezuela estamos implementando un socialismo a nuestras necesidades.

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Caracas