Rodolfo Sanz: IRONÍAS EN MEDIO DEL COVID-19

Esta pandemia del covid-19 está evidenciando lo frágil que somos los seres humanos. No importa la condición social que tengamos, por ello no dejamos de ser seres humanos. La configuración en clases sociales, grupos étnicos, o nuestra asociación orgánica por afinidades culturales o religiosas en nada nos hace diferentes en nuestra biología.

En muchos casos las distintas corrientes sociológicas que han tratado de interpretar a las sociedades humanas y su evolución en el tiempo histórico, olvidan esta premisa esencial: al final del camino todos somos iguales en tanto pertenecemos a una misma especie, la humana. Al apartarse de esta consideración tales corrientes científicas han cometido el error común de analizar al ser humano fundamentalmente desde su situación social en sus múltiples determinaciones, lo cual no deja de ser correcto como punto de partida, pero ha inducido a enfoques deterministas acerca de la existencia y el comportamiento humano. Es así como, en la mayoría de los casos, los factores psicológicos y biológicos se dejan de lado en el momento de arribar a conclusiones acerca del devenir ulterior del ser humano frente a determinadas realidades.

Al centrar los estudios del ser humano en los factores físicos externos a él, sobretodo aquellos vinculados al poder en sus distintas formas, con lo cual se olvida lo que somos como especie, se sobreestiman nuestras fortalezas como seres individuales y se disfrazan las debilidades inmanentes a la condición de ser biológico, obligado a convivir con otros seres y acechado por múltiples factores de riesgos.

En lo humano individual, el covid-19 nos ha sacudido como nunca antes. Tal vez porque la humanidad ya no existe de manera tan aislada como en otros tiempos, y las condiciones de propagación de cualquier virus son mayores que las del pasado. Nos ha tocado la conciencia haciéndonos ver que solos no tenemos ninguna posibilidad de sobrevivir, más allá del poder social que podamos tener y exhibir, porque aún cuando ello pueda ocurrir (salir ilesos de una pandemia) la desaparición de los demás también nos dejaría indefensos. De nada valdría la sobrevivencia ni el poder, pues no habría posibilidad de disfrutarlo, acumularlo ni reproducirlo. Sería una terrible ironía de la vida.
Con mucha ironía, el covid-19 nos está diciendo: humanos, aquí estoy, únanse, si no lo hacen, os devoraré a todos y todas. Sociedades humanas, júnten su poder para combatirme, si no, os destruiré. Solos no valen nada, son una simple paja en mi desierto de muerte. Seres humanos, su poder individual no los salvará, porque su presunta fortaleza biológica es realmente su mayor debilidad.

Pero estas ironías del covid-19 no paran aquí, no se refieren solo a la biología del ser humano, toca también su proyección cultural y física, es decir, lo que ha construido en el sistema-mundo. Le dice a los defensores acérrimos de la globalización que ella no solamente es buena porque les ha permitido acumular y expandir el poder, sino que también puede ser mala porque ha creado todos los medios para la propagación acelerada de un virus tan resistente como él.

El covid-19 ha logrado el milagro irónico de que los neoliberales españoles pidan la rápida intervención del Estado en el combate a la pandemia. Léase bien, el llamado no ha sido a las grandes corporaciones económicas con igual o mayor poder que el propio Estado, sino al satanizado y mínimo Estado, ese Estado de bienestar que fue prácticamente desmantelado por una ficción ideológica. Ojalá entiendan que en momentos como este se requiere de un Estado fuerte, con médicos y enfermeras suficientes y bien preparados, graduados con estudios financiados por quienes más tienen y ganan, con funcionarios de seguridad y protección civil formados con sensibilidad social, y que el Estado mínimo es un fraude ideológico que no compensa la fragilidad del ser humano en sociedad.

Otro milagro irónico del coronavirus ha sido ver a las autoridades inglesas e italianas (que ya cuenta sus muertos en miles) solicitar la ayuda de los médicos y la medicina cubana (Interferón Alfa 2B humano) inventada en esta pequeña Nación con alta eficacia en el combate de este virus (producida de manera conjunta en China), la Cuba asediada por la potencia estadounidense con el aval silencioso y cómplice de muchas naciones de la Europa culta que hoy la necesitan en esta hora terrible. La pequeña isla de Estado socialista, contribuyendo con la salvación de la humanidad, “cosas veredes, Sancho“.

Este poderoso virus golpeó a China de manera inmiscericorde. Llegó cual plaga de Egipto, o como las prolongadas sequías e inundaciones causantes de las hambrunas que en muchas épocas soportó la civilización China. Pero la respuesta de esta Gran Nación fue rápida y contundente. Con sus propios medios puso en movimiento, en cuestión de días, su aparato de defensa contra esta amenaza letal, logrando superarla, no sin costos en vidas humanas (más de 3.000 fallecidos) pero dando una demostración de la eficacia de su sistema de acción contra desastres.
La pandemia sigue en desarrollo, se ha extendido a más de 100 países. La humanidad está dando lo mejor de si para ponerla bajo control, como en Venezuela donde el Gobierno Bolivariano y la sociedad entera están dando muestras de madurez y eficacia en su combate. Muchas otras situaciones irónicas seguro están por verse. Dios quiera que la humanidad toda, aprenda las lecciones irónicas de esta tragedia, que lamentablemente pudiera no ser la última, pues tal como está estructurado el mundo de hoy es posible la reproducción  de situaciones como la que estamos viviendo. Apostamos a que, irónicamente, la humanidad salga fortalecida de esta tragedia y las lecciones que emerjan sean el germen que nos lleve a vivir una vida más humana.