POR: MANUEL LÓPEZ
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Al contrariar las prácticas de austeridad del Partido Republicano, el presidente estadounidense Donald Trump siguió los pasos de su antecesor demócrata Barack Obama, y mantiene un creciente déficit fiscal.
Aunque está empeñado en deslastrarse de las mas notorias medidas del demócrata –como el Obamacare, el acuerdo climático de París y la apertura hacia Cuba– el inquilino republicano de la Casa Blanca aumentó este año el déficit y la deuda pública, para aligerar la presión de los grandes lobbys republicanos que apuestan por una mayor presencia militar de Estados Unidos en el mundo.
Aunque es muy reciente para ofrecer un pronóstico de los resultados de estas políticas que desde Washington se impulsan, aunque Trump había prometido un repliegue estratégico para atender los problemas domésticos, como una mayor protección a la industria estadounidense, esto todavía no se ha materializado de manera contundente.
Hasta ahora se hicieron anuncios cosméticos para impactar la opinión pública, mas que decisiones concretas, apenas se ha planteado la retira de la Alianza del Pacífico y una renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, con Canadá y México.
Hasta el momento, el representante del Partido Republicano en la Casa Blanca ha seguido con las recetas keynesianas de su antecesor. Esto es posible porque los bancos centrales del mundo y los inversores particulares mantienen una demanda de los bonos del Tesoro estadounidenses.
Al éxito de esa estrategia está contribuyendo China comprando deuda pública estadounidense para que los tipos de interés se mantengan bajos, al igual que el dólar y el yuan, lo que a su vez le permite al gigante asiático mantener unas exportaciones chinas crecientes.
Se estima que cerca de dos billones de dólares en bonos de la nación del Norte están en manos del Banco Central de China, lo que genera una gran dependencia estadounidense de la potencia asiática. Lo que la convierte no solo en potencia comercial, sino financiera.