Prefieren que aparezcamos muertas: así opera el machismo en México … ¿Solo en México?

Una mujer de 27 años desaparece en un país de desaparecidos y en el que también hay femicidios, secuestros y violaciones en masa. Se enciende la alarma.

Pasan las horas. Hay angustia de la familia. La última vez que Laura Karen Espíndola se comunicó iba en un taxi. Escribió por whatsapp que el conductor le parecía «sospechoso y grosero». Luego, sólo silencio. El caso muta en alerta social generalizada a través de las redes sociales. La información sobre ella impacta en 26 millones de cuentas de Twitter. La cobertura mediática es detallada.

Al día siguiente, esta madre de tres niños aparece en su casa sana y salva. Por la noche se filtran videos que revelan que, en realidad, había estado en un bar y siguió la parranda con sus amigos. No fue secuestrada, ni abusada, ni violentada de ninguna manera, como sí lo son a diario miles de mujeres en México.

En lugar de alivio, estalla una ola de indignación.

Insultantes frases en su contra se convierten en tendencia. Comunicadores reprueban su «irresponsabilidad». Encolerizados hombres y mujeres le reclaman en redes sociales «por usarnos para tu fiesta», «preocupaste a un país». Piden sanciones para Espíndola y para todas las mujeres que hagan falsas denuncias, aunque ella no denunció nada. Para reforzar la agresión machista, las burlas sobre su peso se viralizan. Las autoridades piden no crucificarla. Es inútil, tanto como las disculpas de la mujer. La condena es masiva a pesar de que otras y otros ciudadanos exigen respeto para ella y advierten que lo importante, lo único importante, es que no haya habido femicidio ni desaparición de por medio.

La violenta reacción contrasta con la pasividad, la resignación con la que parte de la sociedad mexicana tolera los asesinatos de mujeres y el machismo en general.

Y se convierte en un nuevo pretexto para tratar de desacreditar las luchas feministas que se han fortalecido en el mundo en los últimos años y que, en este país, adquieren un carácter urgente.

El país del miedo

En México, hace mucho tiempo que las mujeres y sus familias tienen miedo.

Desde niñas les enseñan a vivir atemorizadas. En cualquier momento las pueden robar, manosear, violar, matar. Por eso es costumbre que se reporten cuando lleguen a destino, así sea de día. Que eviten andar solas si es de noche. Que tengan el teléfono cargado y activo. Que no tarden en responder mensajes porque el silencio genera preocupación. Que usen los vagones del metro exclusivos para mujeres para evadir acosos. Que tomen bebidas en bares sólo si las prepararan o las abren en su presencia. Que utilicen la ubicación en tiempo real. Que desconfíen de Uber: sus conductores acumulan más de 450 denuncias, entre ellas violaciones y abusos sexuales. Dejaron de ser la alternativa segura de los desprestigiados taxistas callejeros.

La responsabilidad de cuidarse es de ellas porque el Estado ha fallado.

Según datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los primeros nueve meses de este año fueron asesinadas 2.833 mujeres. Esto significa que a diario matan a más de 10. O que cada dos horas y media matan a alguna, menores de edad incluidas.

Sólo uno de cada cuatro de esos asesinatos se investiga como femicidio. Las cifras de 2019 serán un triste récord. Las muertes restantes son consideradas «homicidios dolosos» porque en México, a la violencia machista hay que sumar la violencia provocada por la guerra contra el narcotráfico que no distingue géneros.

El combo es letal. Permite que la sociedad se haya acostumbrado a saber de mujeres asesinadas a golpes, balazos, descuartizadas, asfixiadas, decapitadas, quemadas, ahorcadas, torturadas, maniatadas, violadas, desnudas y tiradas al lado de caminos, carreteras, basureros y terrenos baldíos. Para los asesinos, los cuerpos femeninos son basura.

Otros indicadores amplían el espectro de las agresiones. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía precisó el mes pasado que el 66,1% de las 46,5 millones mexicanas mayores de 15 años sufrió algún tipo de violencia por lo menos alguna vez en su vida. En la mayoría de los casos, por parte de sus parejas.

Las cifras van en aumento, pero tienen antecedentes macabros.

En los años 90, Ciudad Juárez adquirió fama internacional por los asesinatos masivos de mujeres, principalmente trabajadoras de las maquilas y con perfiles similares: de 15 a 25 años y pobres. Hubo denuncias, condenas de organismos internacionales, protestas de organismos de derechos humanos y colectivos feministas. Hasta se hicieron películas. Pero los crímenes continuaron y jamás se resolvieron. Hoy, se calcula que hay más de 700 víctimas.

Ya en épocas recientes, los secuestros de mujeres en la ciudad de México a plena luz del día preocupan y estremecen por su violencia e impunidad y por su presunta vinculación con la caza de víctimas de explotación sexual. Las imágenes de las cámaras de seguridad oficiales muestran compilados de mujeres que son jaloneadas por hombres que intentan arrastrarlas hacia autos o camionetas. No importa que haya gente alrededor. Les gritan, les inventan un nombre, fingen conocerlas, ser sus parejas. Y nadie interviene. A principios de este año se investigaban 48 casos de este tipo, pero todavía no hay indicadores confiables que permitan tener una dimensión clara de esta modalidad de secuestros.

El movimiento feminista mexicano reclama de manera constante contra todas las formas de violencia machista en marchas en las que, al igual que ocurre en otros países, a mucha gente le preocupan más las paredes y monumentos pintados por las manifestantes que los femicidios.

A pesar de las resistencias, hay voces que entienden y apoyan. Como la del escritor Benito Taibo, quien esta semana, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, advirtió: «ni las pirámides de Teotihuacan, ni la Torre Eiffel, ni las pirámides de Egipto, ni el hemiciclo a Juárez valen lo que la vida de una mujer».

Esta semana, mientras parte de la sociedad mexicana se indignaba con la aparición de Espíndola, Ana Isabel López Montes de Oca, de 46 años fue encontrada asesinada. En el Estado de México, entidad récord en femicidios, se mantenía el alerta por la reciente desaparición de tres jóvenes. A nivel nacional, hay por lo menos 10.000 casos de mujeres desaparecidas. Las investigaciones para encontrarlas no avanzan. Jugadores de fútbol se burlaron de la performance contra las violaciones a mujeres, que fue viralizada por el colectivo chileno Las Tesis. El presidente del Tribunal Universitario denunció que en la UNAM se protege a profesores que acosan sexualmente a las alumnas. Porque el machismo es profundo y expansivo.

Todo ello demuestra la necesidad de las protestas feministas en un país en emergencia. Hay que recordar, entre otras cosas, que existen personas que se quejan porque una mujer volvió viva a su casa. Parece que las prefieren muertas.

T/Cecilia González
F/Web