Por Alberto Aranguibel B.|El preso necesario (Opinión)

La tesis de la llamada Tercera Vía que a finales de los noventa del siglo pasado presentara al mundo el entonces Primer Ministro británico Tony Blair como respuesta del “nuevo laborismo” al agotamiento del modelo capitalista, no fue jamás nada nuevo. Su nacimiento se remonta cuando menos a los tiempos en que Edward Bernstein rompía con la Internacional Socialista para promover la fórmula socialdemócrata en la que los disidentes del comunismo pretendían reunir la utopía humanista del socialismo con las hipotéticas bondades del libre mercado, pero que más temprano que tarde abandonaron para entregarse de lleno a los postulados del neoliberalismo y a la negación más radical de toda tesis de corte socialista.

El debate sobre el origen o la pertinencia política del término es inagotable porque la llamada Tercera Vía no fue nunca en verdad un instrumental teórico, sino más bien un remozamiento de las ideas neoliberales convencionales, pensado por los sectores dominantes para atender la propensión de la sociedad a buscar nuevos derroteros que le ayudasen a superar la cada vez más evidente insostenibilidad del modelo capitalista. En ese sentido operaron los virajes pseudo progresistas que llevaron a cabo en su momento figuras como Franklin D. Roosevelt, De Gaulle, Reagan y Margaret Thatcher, sin que en ninguna de esas oportunidades el modelo fuese sustituido ni siquiera por una versión evolucionada del mismo. Cada vez que se solventan medianamente las crisis que originaron esos “new deals”, el modelo capitalista se reinstauraba siempre bajo los mismo principios del libre mercado, el mismo objetivo de la acumulación de riqueza en pocas manos, y la tendencia a las desregulaciones y la reducción del Estado como norma.

A decir del prestigioso columnista David Walker del diario The Guardian refiriéndose en 1998 al lanzamiento del libro de Tony Blair, “El problema cuando usted se dedica a crear una ideología en tiempos de desideologización, es que termina haciendo cuando mucho un resumen de lo que usted ya viene llevando a cabo desde antes, pero poniéndole un fantasioso nombre.” Con eso denunciaba en realidad que la Tercera Vía no era sino una carrera hacia adelante que más bien dejaba al descubierto la imposibilidad del capitalismo para evolucionar doctrinariamente y adecuarse a las exigencias de las permanentes crisis de sostenibilidad de ese desgastado modelo. La crisis del capitalismo no comienza pues en su inviabilidad económica, sino en su ineptitud para la reformulación de su discurso y de su visión del mundo.

Frente a esa expresa incapacidad para incorporar nuevo conocimiento y asumir procesos de reestructuración sustantiva de sus dogmas, el capitalismo debe apelar a mecanismos de sustentación cada vez más complejos, que le permitan oxigenar su atrofiada musculatura para imponer su dominio. Esos mecanismos son hoy los sistemas avanzados de espionaje de los que disponen las grandes potencias; el control de las redes sociales y de internet; y los medios de comunicación a su servicio.

Procesos de cambio como los que experimenta hoy Latinoamérica, serán siempre objeto del ataque más brutal e intensivo con todo ese poder de fuego utilizado de manera simultánea y constante. Su objetivo primordial, frente a sus limitaciones para la construcción de un discurso para la transformación, es la ciega destrucción del contrario.

Pero el inusitado avance de corrientes extremistas, islamistas y neofascistas ya no solo en el viejo mundo y en el Asia, sino en el continente americano, empezando por Norteamérica y algunos países de Suramérica, pone en riesgo la dominación neoliberal y modifica sustancialmente los planes de la hegemonía dominante basados hasta ahora casi exclusivamente en el anticomunismo pro imperialista.

En términos de imagen, el capitalismo, por sus carencias y contradicciones, termina por convertirse cada vez más en su propio enemigo, lo que abre paso por todas partes a liderazgos revolucionarios de diversos signos que día a día van alcanzando mayores espacios de credibilidad entre los pueblos. Es ahí donde aparece la necesidad de darle un rostro que sirva para referenciarlo y para ello nada más a la mano que desenterrar a los últimos operarios del neoliberalismo que el capitalismo sepultó con la demencial cruzada desatada por el imperio norteamericano y sus aliados con el manido pretexto de la guerra preventiva antiterrorista. Así como los crearon y adiestraron durante décadas para imponer en Latinoamérica las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, así mismo los desecharon cuando creyeron que ya la política no era necesaria para someter a los pueblos. Hoy les resultan imprescindibles. Pero requieren de un justificativo para lanzarlos de nuevo a la palestra pública.

La prisión de Leopoldo López se convierte así en una oportuna fuente de posibilidades para esa titánica tarea de relanzamiento que necesita de manera impostergable el capitalismo, porque le abre un invaluable espacio de resonancia a piezas de arqueología política como las que integran el decrépito “Club de Madrid”, que sumados a la nómina en dólares de las casas disqueras que ordenan a sus artistas hacerse la vista gorda con el hambre, la miseria y la criminalidad de sus pueblos para enfilar su arte contra Venezuela, son ahora la cara del pasado con la que el inviable modelo pretende presentarse ante el mundo como una opción de futuro, de bienestar y de progreso.

De no ser por López, ninguno de esos fósiles del fracaso, en el que estuvo sumido desde siempre nuestro continente y buena parte del resto del mundo, estaría hoy en posibilidad alguna de resucitar ante las cámaras de televisión ni en los titulares de prensa, ni siquiera en sus propios países, salvo que fuera por la apertura de investigaciones en las que aparezcan imputados por delitos de corrupción o de otra naturaleza, como es cada vez más frecuente en esa generación de políticos desvencijados.

Ese club de ex presidentes sin oficio, esos organismos multilaterales de dominación económica y esos países desarrollados sedientos de energía y de dinero fácil, necesitan con urgencia una farsa que haga de alguna manera presentable al capitalismo y que ayude a ocultar la devastación que el mismo está generando en un mundo donde gracias a él la miseria alcanza ya casi a la mitad de la población mundial y el hambre agobia a más de una quinta parte de la misma.

El empeño de ese grotesco sainete de comisiones y voceros de la derecha nacional e internacional por ver a López, es en realidad la procura de la imposibilidad para acceder a él. Una imposibilidad que es norma inviolable en las cárceles del mundo entero y que en Venezuela, como país democrático apegado al derecho y a las Leyes de la República, no es excepción. Ilich Ramirez Sanchez, por ejemplo, preso ilegalmente en Francia por la supuesta muerte de dos policías franceses, lleva más de veinte años sin poder recibir visitas ni siquiera de sus abogados o de su esposa. A López se le acusa por la instigación al asesinato de cuarenta y tres venezolanos, amén de los actos de terrorismo contra el estado de derecho y la propiedad pública y privada. Desde mucho antes de anunciar que vienen al país todos ellos están perfectamente claros en eso.

¿Qué puede favorecer a la causa del capitalismo una conversación de algunos minutos con un preso acusado de graves delitos como Leopoldo López? Nada. Sin embargo no hay nada que resulte mejor hoy al capitalismo que el revuelo que puede montarse con la victimización que con ello se puede lograr a través de las grandes corporaciones mediáticas al servicio de la hegemonía dominante, sesgadas como están a favor de un victimario y en contra de las decenas de víctimas que los actos terroristas promovidos por él causaron. Su propósito es el show por el show en sí mismo, no la libertad de ningún preso.

López en libertad significaría la desactivación inmediata de toda esa bulla mediática que la campaña por su liberación arbitraria ha generado. No tendrían razón de ser las giras de dramaturgia de las “pasionarias” de la derecha recorriendo el mundo en nombre de la libertad y del modelo de democracia neoliberal que el capitalismo promueve, ni habría primeras páginas consuetudinarias en la prensa mundial con su lamento. La llamada Mesa de la Unidad, plegada de manera irracional al absurdo petitorio de López de adelanto de la fecha de elecciones parlamentarias, quedaría automáticamente sin discurso.

Para la derecha mundial, López es valioso… pero sólo si permanece preso.

@SoyAranguibel

Absolutamente cierto. Solo preso es de gran valor. En plena guarimba cuando se anuncio que era solicitado por la justicia venezolana por delitos y crimenes, inmediatamente esos personajes que hoy piden su libertad LO QUERIAN MUERTO. Esa gente no quiere a nadie solo trabajan para los intereses de su AMO.