El Programa de Educación Especial (PEE) del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela se inició en 1995 en el estado Lara y se extendió poco a poco por todo el país. Gracias a esta iniciativa en la actualidad se atienden, en 16 estados del país, a unas 4.260 personas con diversas condiciones, como déficit cognitivo, dificultad de aprendizaje, autismo, discapacidad visual y auditiva e impedimento motor.
Más allá de las cifras de personas y familias beneficiadas, el PEE se destaca por sus sorprendentes resultados que incluso sobrepasan los objetivos de atención e inclusión social de un sector especialmente vulnerable de la población.
Un buen ejemplo de esos resultados extraordinarios están en Mérida, donde se formó una agrupación musical de 22 personas con diversas discapacidades, integrantes de la banda rítmica y el ensamble de percusión del Programa de Educación Especial de Mérida.
El conjunto, que no tiene nada que envidiarle a ninguna agrupación similar integrada por personas sin discapacidades, hizo su primera aparición en público el pasado miércoles 25 de marzo cuando interpretaron, durante una breve muestra ofrecida por el Sistema en el Núcleo de la ciudad de Mérida, el mambo de Tito Puente, inmortalizado por Carlos Santana, “Oye como va”.
En cuanto a la sonoridad, el conjunto dirigido por el profesor Luis Castillo, tiene la particularidad de estar configurado por dos vibráfonos, tres xilófonos, una marimba, dos baterías, y un par de tumbadoras a parte de bongos, charrascas y campanas, todo esto ejecutado por jóvenes con déficit auditivo, discapacidad visual, dificultad de aprendizaje, síndrome de Down y de Asperger.
Pero lo sorprendente de esta rama del Sistema en Mérida sobrepasa por mucho el hecho relativamente usual de tener una “orquesta” de este tipo. En este caso lo extraordinario es el ejemplo de constancia y superación de estos músicos no regulares que además de formar parte del PEE como estudiantes, también ejercen el rol de docentes en otras etapas de este mismo programa y en distintas áreas abordadas por el Sistema.
SIN LIMITACIONES
Así es el caso, entre muchos otros, de Ana Belén Marval Guillén, una joven de 24 años de edad con dificultades de aprendizaje que ingresó en el PEE hace cinco años. Además de tocar el xilófono en el ensamble de percusión del núcleo de la ciudad de Mérida, trabaja en la noble tarea de acompañar a niñas y niños durante sus pininos dentro del ambiente musical.
“En su proceso de aprendizaje dentro del PEE, Ana Belén mostró interés por enseñar a los niños del programa de iniciación musical. Y gracias al apoyo de su familia y el esfuerzo que humildemente hacemos en el Sistema, logramos que ingresara en las mismas condiciones que cualquier docente en el programa de iniciación musical. Para nosotros esto es un orgullo y un fruto importante del trabajo en equipo entre la familia y el Sistema”, declaró el coordinador del PEE en la entidad andina, Orlando Duque.
Para Ana Belén, Orlando Duque es “un angelito” que consiguió cuando ingresó en el Sistema, “él fue quien me ayudó a cumplir mi deseo de enseñar música a los niños”, agradeció. Su meta ahora es profesionalizarse en el área de educación musical y perfeccionar su técnica en la ejecución del xilófono.
LA FUERZA DE LA MÚSICA
Por su parte, la joven de 18 años de edad, María Teresa Torres, ingresó al PEE en Mérida hace tres años, con la ventaja de que ya tocaba el piano desde los siete, con la ayuda de una prótesis auditiva.
Torres nació prematura, con solo 30 semanas de gestación y a causa de unos antibióticos indicados para combatir una infección, tiene hipoacusia neurosensorial permanente, que le impide escuchar un amplio espectro de registros.
Gracias al PEE María Teresa Torres aprendió a leer música y a ejecutar otros instrumentos como la marimba y en la actualidad, además de formar parte de la banda rítmica del núcleo de Mérida desde hace unos cinco meses es una de las docentes encargadas de abonar las semillitas del Sistema de Orquestas.
La joven con déficit auditiva dedica un tiempo extra al estudio de la música y otras áreas necesarias para superar la prueba de admisión en la Universidad de Los Andes (ULA), donde aspira convertirse en una Licenciada en Música. Su intención es profesionalizarse en la ejecución de la marimba e incursionar en la dirección musical.
Una integrante del PEE que ya fue admitida en la ULA fue María Guadalupe Urbina, una dama de 28 años de edad con síndrome de Down. Sin embargo, a pesar de aprobar su ingreso en la Licenciatura en Música desde el año pasado, no fue sino hasta hace unos días que se enteró, por casualidad.
Nadie le avisó, ni la llamó para darle la buena noticia y en consecuencia no pudo asistir al momento de la inscripción. No obstante, la joven cuenta con el apoyo del Sistema para que la ULA reconsidere su caso y pueda ingresar en el próximo período escolar.
María Guadalupe Urbina, fue una de las participantes fundadoras en el PEE de Mérida, junto a José Omar Dávila, un joven percusionista también con síndrome de Down, uno de los casos más Significativos del Sistema por su desempeño en la dirección musical.
Luego de unos 14 años en el PEE, ya toca piano, violín y es percusionista. Igualmente, dentro del Sistema desarrolló su pasión por la enseñanza musical, especialidad que quiere estudiar a nivel universitario.
LAS MISMAS CONDICIONES
El Programa de Educación Especial (PEE) del Sistema de Orquestas en Mérida se inició con la coordinación de Orlando Duque en el año 2002. Actualmente se atienden a 150 personas con un equipo de unos 19 docentes.
Aunque el PEE está presente en algunos Núcleos de zonas rurales como Llano Grande, La Azulita y Mucuchíes, se concentra principalmente en la ciudad, donde ya se han formado coros de manos blancas, ensambles de campanas, de percusión y de violines, además de una banda rítmica y un equipo se semillitas.
Según comentó el profesor Orlando Duque, el PEE intenta involucrar a la familia para fortalecer el proceso de aprendizaje que se desarrolla con las mismas exigencias que en los programas regulares.
“En Educación Especial suele estar presente eso de la lástima, de decir “pobrecito el chamo”. Acá no es así, porque ellos no están enfermos, ellos tienen una condición diferente y a partir de la condición de cada quien, buscamos sus fortalezas, para desarrollarlas. Tratamos de ser rigurosos y nos damos cuenta de que funciona, se les exige con el trato adecuado, pero sin dejar de exigir como a los chamos regulares el trabajo es el mismo y hemos demostrado que da buenos resultados”, sentenció.