En la racionalidad de la política práctica moderna, fundada en el reino de los medios y los fines, la delegación del poder soberano, transferido a un grupo de representantes, que, de ser mayoría, actuarán de buena fe, en nombre de la totalidad general del “interés común” , surge una nueva superstición: la legitimidad, reducida al rigor metafísico del número. La democracia pasa a ser un conjunto de procedimientos, una magnitud que dura un tiempo establecido.
Allí se postula que los legisladores y magistrados deben ser como los dioses o los extranjeros, una suerte de aliens ilustrados “que prefiguren la bondad de Dios”; que se eleva como voz o conciencia moral de la sociedad, representada en un contrato social. Así, aparece la doctrina del poder del Estado separado de la fuente de toda soberanía: el pueblo.
Claro, para su momento fue un avance en comparación con la monarquía. Como es costumbre, dichas ideas fueron sometidas al rigor de la lucha hegemónica, y se impuso una versión inclinada a la derecha, que dejó de lado aquello que, como contrapeso, también postuló Jean-Jacques Rousseau en torno a la propiedad privada como origen de todos nuestros males. El modo de derecha se secularizó en el discurso cívico republicano y es hoy tradición en la cultura política de Occidente.
Opción que se pretende universal y totalitaria en los tiempos que corren. Sustrayendo y eliminando todos los ricos aportes sobre la soberanía constituyente permanente, del poder local y la necesidad de un Estado comunal. Ideas que son origen del pensamiento político anarquista y marxista.
“Evitemos el poder de un Estado que se aleja de los ciudadanos; que solo convoca para legitimar a los jerarcas, sin crear instituciones comunes que vayan haciendo a éstos obsoletos por innecesarios; un Estado sin Comuna termina en manos de unos pocos, que aplicarán nuevas ataduras al pobre para dar más y nuevos poderes a los ricos, destruyendo irrecuperablemente la libertad individual y colectiva, ahora sujeta al interés del poderoso, la derecha cree que la representatividad es la única forma de democracia.”
Nunca entenderán la idea del pueblo legislador. ¿Representantes para ostentar un privilegio, o para ir acabando con la representación y lograr la democracia directa?