¿Qué fue lo que realmente se aprobó en Chile?

El pueblo chileno obtuvo el domingo 25 de octubre una victoria contundente, que no es una victoria definitiva. Hay un largo camino por recorrer para que la Constitución de Pinochet sea una pesadilla que quede enterrada

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El pasado domingo por la noche Chile era una fiesta, había concluido una jornada de victoria, que no dejó de tener como precedente el sacrificio, la lucha y la esperanza. Con 78,27% de los votos quedó refrendada en plebiscito la convocatoria a una Convención Constituyente, que organizará la redacción de una nueva Constitución.

La victoria aún no es definitiva, es necesario todavía un recorrido más largo para hacer realidad el entierro de la pesadilla constitucional heredada de la dictadura sanguinaria de Augusto Pinochet. En primer término, porque no se trata de una Asamblea Constituyente plenipotenciaria y originaria, sino de otro tipo de mecanismo que nace con las amarras impuestas por las élites chilenas y los partidos del sistema.

La votación a favor de construir una nueva Constitución fue abrumadora, es verdad. Pero también es cierto que los partidos de derecha y los socialdemócratas no se atrevieron a contradecir su conformación ni a hacer campaña para desaprobarla para no hacerse más impopulares en el momento que vive el Chile actual.

Solo un sector de la derecha que no se despeina para reivindicarse pinochetista hizo abierta campaña contra la Convención Constituyente. Se trata del sector liderado por José Antonio Kast, quien también aspira a la Presidencia de Chile con un discurso muy al estilo de Jair Bolsonaro en Brasil o de Manini Ríos en Uruguay.

Pero la otra derecha que lleva en el corazón a Pinochet, pero trata de no demostrarlo en el discurso, se hizo la “muerta”, tanto es así que Sebastián Piñera, quien el pasado año declaró la “guerra” al pueblo chileno en el contexto de las multitudinarias protestas, salió con su cara muy lavada a decir el domingo, luego de conocidos los resultados, que se trataba de «un triunfo de la ciudadanía y la democracia».

La socialdemocracia que convivió casi a sus anchas con el cuerpo neoliberal de la Constitución pinochetista e incluso siguió profundizando la brecha en muchos aspectos, tampoco quiso enfrentar al sentimiento de la gente. Pero cómo confiar en que quienes hicieron todo lo posible desde el Gobierno para evitar los cambios tengan voluntad ahora para conformar una Convención Constituyente que realmente modifique las relaciones sociales y económicas en Chile.

Todos esos sectores vivieron del modelo de Chile como vitrina neoliberal y ejemplo de dominación social en la América Latina. Un frágil relato de país del primer mundo que no necesitaba ni siquiera de las relaciones con sus vecinos de América del Sur para construir su desarrollo porque tenía un modelo económico exitoso, que más bien los otros debían imitar para poder surgir.

El relato de la hipocresía que ocultaba las inmensas desigualdades, la injusticia social, la sobreexplotación laboral, la educación y la salud como elementos más de lucro y el eterno endeudamiento familiar como mecanismo para la sobrevivencia. El hecho es que no era sustentable la mentira por tanto tiempo.

La rebelión de los chamos de secundaria contra el incremento de las tarifas de metro abrió las puertas para que el descontento se hiciera una constante, una efervescencia que presionó y sigue presionando los cambios. En la otra acera, el sistema se las arreglaba para intentar abrir una válvula que liberara la presión y pactó el 25 de noviembre, con la participación de un sector denominado de izquierda, como el Frente Amplio, la Convención Constituyente.

El pueblo y sus organizaciones rechazaron el pacto, pero siguieron avanzando para ganar cada espacio que dejarán como resquicio las élites chilenas.

Los amarres del barco

La Convención Constituyente estará integrada por 155 miembros y deberá cumplir con el principio de representación paritaria de género. La elección se realizaría el 11 de abril de 2021 en conjunto con los comicios de gobernadores y concejales.

La elección será prácticamente idéntica a la de unos comicios parlamentarios tradicionales en Chile, con el mismo sistema mixto de distritos o circunscripciones electorales y partir de allí serán asignados los escaños por método D’Hont, con proporcionalidad. Se establece una representación especial para los pueblos indígenas, que está incluida entre los 155 integrantes de la Convención.

No obstante, no hay representación específica para todos los sectores sociales y económicos de la sociedad chilena y así como es idéntico el método eleccionario para unas parlamentarias, serán también los mismos partidos políticos los que tendrán posibilidades de postular candidaturas.

El plazo de trabajo del organismo será de nueve meses, con una posibilidad de prórroga de tres meses más. Por allí viene uno de los amarres al barco en forma de todo o nada: si no logran elaborar el texto en ese lapso, todo quedará anulado y seguirá vigente la Constitución de Pinochet.

Decimos de todo o nada porque el otro amarre es que en la Convención cada artículo se deberá aprobar con el voto de 2/3 de sus integrantes, es decir, requerirán de un altísimo nivel de consenso y la minoría tendría en la práctica derecho a veto.

Si logran construir el nuevo texto constitucional, este deberá ser refrendado en otro plebiscito, en el que el voto de todos los ciudadanos es obligatorio.

Pero como no es una Asamblea Nacional Constituyente plenipotenciaria no tiene muchas de las facultadas originarias. Es decir, deberá convivir y acatar sentencias judiciales precedentes, convenios y tratados internacionales suscritos por Chile, así sean lesivos para el espíritu de una nuevo proyecto constitucional. El resto de los poderes constituidos seguirán funcionando tal cual lo han hecho.

Ello implica, por ejemplo, que no podrá haber cambios sustanciales en el modelo de propiedad privada y de la seguridad social con fines de lucro, ya que allí están involucrados acuerdos firmados por el Estado chileno con organizaciones transnacionales.

Todos estos aspectos y escenarios hay que tomarlos en cuenta para contextualizar en su justa dimensión lo alcanzado hasta ahora por el pueblo de Chile. No son asuntos menores. Hay que preguntarse por ejemplo si los movimientos y partidos que impulsan cambios reales podrán alcanzar los dos tercios necesarios para aprobar los aspectos claves de una transformación o si solamente podrán condicionar otras cosas.

Habría que valorar, por ejemplo, si la derecha conseguirá a través de una representación mayor a un tercio condicionar y bloquear todo, para que sobreviva la vieja Constitución de la dictadura. Hay otro asunto que hay que tomar en cuenta. Los integrantes de la Convención Constituyente no debatirán acerca de la nueva Constitución tomando en cuenta como “borrador” a la vieja. Sin embargo si no logran acuerdos aquella de Pinochet seguirá tal cual.

¿Es un triunfo y una oportunidad enorme para el pueblo chileno? Sí, lo es. Pero hay que observar cada pieza en el tablero del ajedrez político nacional e internacional. ¿Permitirá Washington que se derrumbe el modelo de su vitrina económica neoliberal en Latinoamérica?

Hay que conocer también cómo se mueve el escenario de las elecciones presidenciales en Chile, que se deberán efectuar en noviembre de 2021, para tenerlo como termómetro sobre qué podrá pasar en la Convención Constituyente. Al nuevo mandatario prácticamente le tocará asumir el Gobierno en coincidencia con el final del trabajo de la Convención, si es que como advertíamos antes logran construir un texto constitucional.

¿Cómo se mueven los actores políticos?

Los actuales escenarios de preferencias electorales de los chilenos, de acuerdo con las encuestas, se encuentran aún muy atomizados, lo que nos hace recordar el grave amarre que significará las aprobaciones con dos tercios en la Convención Constituyente.

Debemos recordar que las encuestas solo significan la fotografía de un momento político y no necesariamente reflejan la totalidad de la intención de voto de un pueblo. Además de ello es pertinente decir que la expresión del descontento generalizado del pueblo chileno y su afán por el cambio no está unificado bajo unas siglas partidistas ni mucho menos bajo un liderazgo único. Sus bases son más bien las diferentes expresiones de organización social a lo largo y ancho del país.

En ese sentido, no tratamos de establecer automatismos, sino algunos indicios generales, como el de atomización.

Actualmente y a pesar de ser sorpresivo y poco publicitado fuera del país, es un militante del Partido Comunista de Chile el que lidera la mayoría de las encuestas, se trata del alcalde Daniel Jadue. Muy cercano a él se encuentra el pinochetista disfrazado Joaquín Lavín, quien ya fue importante funcionario en el anterior Gobierno de Sebastián Piñera.

Figuran también en el conteo el dirigente del Partido Socialista y exsecretario general de la OEA, José Miguel Insulza, el dirigente del Partido por la Democracia, Heraldo Muñoz. En el campo de la izquierda, además de Jadue están la parlamentaria Patricia Jiles del Partido Humanista y Beatriz Sánchez del venido a menos Frente Amplio.

En la derecha además de Lavín, están Evelyn Matthei, hija de un exalto funcionario de la dictadura de Pinochet y el fascista José Manuel Kast, sobre quien hablamos al inicio de este texto.

(201018) — SANTIAGO, 18 octubre, 2020 (Xinhua) — Manifestantes reaccionan durante una protesta en conmemoraciÛn del estallido social, en Santiago, capital de Chile, el 18 de octubre de 2020. Diversas protestas se llevaron a cabo en Chile por el primer aniversario del estallido social, que desatÛ una ola de protestas por demandas sociales en el paÌs el 18 de octubre de 2019. (Xinhua/Jorge Villegas) (jv) (mm) (rtg) (dp)

Jadue lidera en los más recientes sondeos con porcentajes de 12,3% en la encuesta de la firma Activa, 7% según la firma Cadem y 16,1% según Data Influye. Como ven sus números son todavía escasos y reflejan una intención de voto en construcción.

Lavín tiene 10,9% según Activa, 7% según el estudio de Cadem y 12,6% de acuerdo con los números de Data Influye. Más atrás se ubica Mathhei, cuyo porcentaje de intención de voto más alto es de 9,2% en la encuesta de Data Influye. La precandidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, alcanza 3,7% según Activa.

Kast, quien fue la figura referente del “Desapruebo” en el plebiscito, tiene entre 3,9 y 5,1% en intención de voto.

La curva de evolución de preferencias sigue mostrando a Jadue como el candidato en crecimiento. Aún falta conocer cómo se desarrollan los acuerdos dentro de las fuerzas progresistas para que se consolide como una opción firme, hasta ahora es el que más apoyo reúne. Falta conocer de las decisiones que tome el ambiguo Partido Socialista.

Cifra a cifra, no observamos todavía que algún bloque logre asomarse a los dos tercios de una elección. Serán las luchas populares el elemento fundamental que decida si finalmente Chile renueva el camino de Allende y construye no solo la posibilidad de una nueva Constitución sino de una transformación importante.

T/ Chevige González Marcó
F/ Archivo CO
Caracas